Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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sábado, 23 de agosto de 2014

El monstruo de plumas y ojos negros.

La muerte me pisa los talones allá donde yo vaya. Con tu cara en su daga y su sonrisa macabra.
Quién dice que arrepentirse es humano, yo me arrepiento y ya no soy nada.
De las mentiras que usé para salvar mi blanco culo.
De como usé las armas para hacerme el trabajo sucio.
De como dejé que jugarán a ser dios conmigo, por la ambición. Por el poder.
Y miro al espejo al monstruo que han creado con mis miedos y soberbias.
Vi a Frankestein, era mucho más hermoso.
Destrozaron mis ojos para poder ver mejor, colocaron agallas abriéndome la piel para no dejar de respirar nunca, pero ¿Acaso la muerte permitiría algo así? ¿Acaso la inmortalidad no es solo un mito? y, ¿Las plumas? ¿Qué hacen sino asustar? Las clavaron en cada milímetro de mi piel, me recuerdan a la leyenda del murciélago, ojalá yo también me hubiese vuelto ciego.
Me arrancaron mi propia piel, y mi vida, para crear lo que ellos querían.
Me prometieron el cielo y los mares, vieron en mis ojos cegados de ambición la oportunidad y usaron sus armas para hacerles el trabajo sucio, y las suyas, hacen más daño.
¡Me mintieron, me usaron, fui solo un juguete de laboratorio entre sus sucias manos y sus asquerosas morales!
He perdido la cordura, la razón de existir, la orientación de las estrellas, los días, las noches, lo que sabía y lo que desconocía.
Solo he conseguido preguntas... ¿Qué debe hacer un monstruo si está escrito que solo saben matar? ¿Y a dónde van después de morir, si no hay ni cielo, ni tierra, ni infierno, ni moral que juzgar?

Un fantasma en mis baldosas amarillas.

Anoche iba paseando por el estrecho camino de la cordura con cuidado de no saltar las líneas de la locura.
Siempre agacho la cabeza para no poder ver que es lo que hay fuera, y lo sé, sé lo que hay fuera de esta mierda de camino de baldosas amarillas de Oz.
Hay vida real, vida que duele, vida excitante, apasionante, una vida que nunca dejarías de querer vivir, adictiva.
Y por eso miro hacia las baldosas amarillas sin levantar la vista, para no tentarme de volverme a salir del camino, de volverme a ir, y es que la única pega que tiene es que tu corazón va tan acelerado por vivir que se te para antes de tiempo.
No durará más tiempo que tus pulmones, que tu hígado, que tus ojos o que tu piel.
Mientras anoche iba pensando en mi soledad infinita, al levantar la cabeza ¡Una vez, lo juro solo fue una vez! ¡Para abrir la puerta de mi casa! (Del único rincón del mundo donde a pesar de no tener baldosas amarillas, puedo mirar al frente.) ¡Y ahí estabas tú!
Como si nada.
Como si nuestras almas... Como si no se hubieran intentado devorar entre ellas. Como sino hubiéramos enfermado y sentido la muerte en nuestro estómago.
Han pasado más de cien lunas, y tú te presentas en mi puerta para... sonreírme.
¡Me miraste a los ojos y me sonreíste como si yo pudiera sonreírte todavía!
Te esquivé como anonadada, y me metí dentro con el pavor de haber visto un fantasma, o algo peor. Y te oí a través del cristal -¡Abre! ¡Todavía me quieres, lo sé! ¡ABRE! ¡PERDÓNANOS!
Y subí las escaleras del portal hasta mi casa casi cerrando los ojos para no salir de mis baldosas amarillas de Oz. Pero con los ojos cerrados te seguí escuchando en un grito que me llegó poco más que susurrado -¡Yo te quiero! ¡TE QUIERO! ¡NO NOS HAGAS ESTO!
Y me tembló la mano al abrir la puerta. Porque los fantasmas siempre dan escalofríos.
Y ahora tengo miedo de salir y que aparezcas otra vez, en medio del camino de baldosas amarillas, por el único camino por el que sabes que yo todavía puedo ir.