Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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viernes, 4 de noviembre de 2016

Por el caos.

Escucho el caos tras tu oscuro silencio.
Huelo el miedo que emana de mis poros.
No recuerdo que pasó anoche, no recuerdo el sabor de sus labios, no recuerdo el eco de sus gemidos, no recuerdo el dolor ni la inyección de sus ojos, poco importa ahora su nombre. Poco importa el olor de su cuello o las marcas que ha dejado en mi pecho.
Poco importa el camino hacia su cama, poco importa en qué tipo de papel apunté su número o a qué me invito para conocerle. 
Poco importa porque lo nuestro ya es sólo caos.
A veces me rindo ante tus ojos, a veces los veo por todas partes. Y no puedo aguantarlo. No aguanto el caos que me produce tu vacío. A veces me hundo en mis miedos para poder enfrentarme a los nuestros.
Escucho el caos de tu silencio. De tu vacío. De esto, que no sé si es amor o destrucción.
Como duele quererte y no tenerte.
Como duele cuando vuelves, como duele cuando te vas, como duele saber que seguiré esperándote.
Que jamás otra cama podrá compararse con un beso tuyo.
Que me he rendido en intentar olvidarte, que sueño contigo, y respiro por tu aliento.
Como duele el caos cuando se une a otro caos y explosiona convirtiéndose en estrella, y la luz que sigue brillando hasta millones de años después de morirse, de morirse nuestro amor, o desgastarse nuestras fuerzas para seguir luchando.
Pero es que a veces entro en pánico y otras no sé lo que es el miedo. A veces sólo quiero huir a nuestro cielo, a a hacernos fugaces en nuestro infierno. A veces eres lo único que me importa y otras me tiemblan las piernas al pensar en llamarte de nuevo.
Las heridas no se curan sin cuidarlas, y yo no quiero cerrar tu herida, no quiero cicatrizar lo único que ha hecho sentirme viva, no quiero olvidar que amé. 
Que conseguí amar a algo más que a mis sueños, algo más que la Luna y el mar.
Que conseguí amar a alguien con nombre y apellidos.
No quiero olvidar que conseguí abrir mi coraza, derretir mi corazón, no quiero olvidar ese caos, ese enjambre enfurecido que te hace amar.
Maldigo las noches que no he estado contigo, maldigo las noches que cobarde cerré mi corazón, maldigo las noches que malgasté sin querer ahora que sé lo que es quererte.
Y prefiero el caos que me produce tu nombre a la nada que me producen sus besos.
Quiero ser el caos. 
Quiero que seas mi caos.
Quiero al dragón que echa fuego para blandir mi espada.
Al pirata loco que navega sin rumbo fijo, sin destino ninguno.
Quiero embarcarme en ese barco que nunca vuelve, en esos ojos que se me pierden.
No volver a decirte adiós.
No volver a perderte.
No tener que soñarte.
Tenerte.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Por un último amanecer.

Sólo me quedan vendas ensangrentadas y un revólver con una sola bala.
A lo lejos la ciudad, fuego y luces que luchan contra el agua que furiosa se alza por los acantilados.
Y yo pasando tanto frío que mi sangre se convierte en granizado cuando roza el suelo, parece un granizado de fresa, me relamo ante la idea, y lamo un poco de nieve y sangre, mientras esta me sigue bañando la nariz y la boca. 
No está tan mal. Quita la sed, aunque no sé si dará la muerte.
Mi estómago empieza a retorcerse como si intentará alimentarse de si mismo. Mis ojos se han debido de volver grises, pues no veo en otro color a mi alrededor. 
Sólo distingo la sangre que me incendia las retinas y me quema el alma.
Noto como si el universo me retumbara en los oídos al ritmo de las olas que devoran la ciudad.
Todo lo que se ha quedado allí, nunca lo sabré, me desmayaré aquí mismo. Lo sé.
No tengo ningún miedo a desaparecer, si con ello cesa el dolor de vivir.
Aunque me gustaría que mi alma pudiera dar un último vistazo a las ventanas del que ha sido aquí mi hogar, me gustaría poder ver las calles por las que huí y dónde podrían estar... ¿Dónde?
Me gustaría acercarme para escuchar sus risas una última vez, hace demasiado que las escuché y apenas recuerdo su sonido.
Me gustaría encarcelar mi espíritu a la tierra, aunque sólo fuera para guiarles un tiempo, ayudarles cuando se pierdan, cuando se crean desaparecer, quiero estar ahí. A su lado, a la ciudad que la esta devorando la tierra.
Para después perderme en ese océano para siempre.

Ahora lo siento todo, y tanto que me es imposible seguir pensando tan alto.
Ojalá me despertara de nuevo, ojalá viera un último amanecer después de esto.

lunes, 30 de mayo de 2016

La mujer serpiente.

Claro que la conocí, pero ella no era la reina de aquello, era sólo la bonita y malvada princesa del cuento, mitad princesa mitad serpiente, la mejor encantadora de personas que ha existido.
Con sus ojos color miel te ayudaba a hacerte adicto a cualquier mierda. Bajo la heroína andaba contoneándose haciendo rallys entre sus curvas sobre las manos de aquella boa rubia que tenía por novio entonces.
Ella te miraba como si mirase a través (y por encima) de ti.
Sus ojos se dilataban en la noche y su lengua se movía haciendo daño hasta en el alma.
Su piel resplandecía, su veneno le cubría como a un delicioso pastel y era imposible no hacerte adicto a esa sustancia que emanaba de sus dedos, que te acariciaban y te hacía sentir en el cielo.

Lamerle las heridas siempre fue más placentero que hacerle daño, y era absurdo pensar que aquella mujer serpiente pudiera querer a alguien con aquellos ojos que sólo hipnotizaban por diversión, que hacían daño por aburrimiento y que habían matado sin dolor. 
Pero era más absurdo no intentarlo.
Era otra adicta más, como yo, como su novio el constrictor y como todos los que conocíamos entonces.
Pero ella era más que eso, yo me despertaba con los ojos más negros que un koala, yo me despertaba vomitando el alma  por culpa de las pociones que me habían recetado los médicos para ser mejor. 
No funcionaban.

A ella no le hacían falta, ella bailaba mientras andaba, a ella la temían y la adoraban, ella era la única mujer serpiente encantadora de humanos que existía. Ella se despertaba enganchada y pinchada y al ducharse su veneno la volvía a cubrir hasta hacerla deliciosa e invencible. Como si nada hubiera pasado.
Lo siento, no te puedo hablar de ella de otra forma, lo recuerdo así, con sus ojos reptilianos intentando convertirnos a todos en sus pequeñas culebras. Y nos recuerdo siguiéndola por todos los rincones acechando a cada ratón que encontrábamos.



Prefiero no volver a hablar del oro de sus ojos o del sabor de su piel, ya no quiero saber nada más de mujeres serpientes ni de serpientes ni de mujeres, odio a los reptiles y a esos ojos felinos. Y si quieres un consejo, yo no iría preguntando por ahí, son cosas que hay enterrar en el olvido antes de que te entierren en el cementerio.
Es medusa de nuestra mitología.





jueves, 5 de mayo de 2016

Las heridas que me hacen tus ojos.

Tus ojos me dicen -"Vete". Pero brillan.
Brillan como un faro verde en mitad de una ventisca, o quizás como la luz al final de la muerte, no estoy segura.
Tus labios me sonríen susurrándome "quédate, hazme el amor aunque no te quiera". 
Y los míos tiemblan de pasión, rabia y miedo.
Ya no quiero ver las noticias yo me basto sola para llorar. A veces no es por ti, a veces es sólo por todo. Por las ventiscas, por los rayos del sol, no lo sé, porque a veces te quiero y a veces no. Porque sólo te echo de menos cuando me acuerdo de ti. Y porque a tus ojos marinos no los puedo olvidar en el mar, que siempre fue la cura de mis penas.
Quizás esta vez no sea suficiente con la superficie, quizás deba bucear hasta perder la luz del sol, adentrarme en el mar para que nada me duela. Porque el mar lo cura todo.
Incluso las heridas que me hacen tus ojos.

martes, 26 de abril de 2016

Amores prohibidos.

Cuando la Luna mengua se transforma en una cuna para mis penas, anoche me quedé mirándola mientras bebía absenta para limpiar mi paladar de tu sabor y olvidar aquellos besos.
Estuve observando al Sol salir intentando besar a la Luna, como en cada amanecer. 
Los amores prohibidos siguen existiendo por mucho que cambie el mundo. Por mucho que se oscurezcan los cielos y se sequen las lagunas, los amores prohibidos nunca dejarán de ser un dolor constante y palpitante en nuestros pechos.
Ayer el Sol tampoco consiguió besar a la Luna.

Anoche el pirata tampoco encontró el camino de la voz de su sirena.
Le llamaron loco, loco por buscar seres que sólo existen en cuentos de hadas, pero él la escuchó, un día la escuchó entre aquella tormenta, y ahora navega solo, pues todos lo toman ya por enfermo, da vueltas por el triángulo delas bermudas con la secreta esperanza de encontrar a su sirena o morir pronto para poder dejar de hacerlo.
Quizás en el fondo del mar le salgan branquias...

Ayer, aquél niño dejó de soñar con tocar las estrellas, en el colegio le dijeron que si se acercaba a ellas le quemarían hasta las entrañas.
Una niña de su clase se río de él cuando el niño, que iba a ser un poeta y un romántico, les dijo, morirme en ella es mejor que poder tocarla, podré convertirme en un trozo de su estrella para siempre. 
La niña se río de su poética virgen y de su cara de loco enamorado. Y ya no, ya no será un poeta y un romántico, ahora mirará al cielo sólo de día.

Anoche, desde mi tejado lo vi, vi el Sol llorando por no poder besar a la Luna, enrojeciendo el cielo con su dolor, mientras la Luna seguía ahí sin querer irse, tan lejos y tan cerca que podían verse, y lo entendí. 
La Luna lleva miles de años velando por las noches sólo para poder ver al Sol en el amanecer. Nunca le interesó mi poesía, nunca le importó que yo suspirara por ella, pero no podía decirme que no, ella sabe lo que duele tener un amor imposible. Un amor que duele hasta que la vida se te va.
Entonces supe que la muerte tenía sentido, la Luna jamás dejará de sufrir por amar al Sol, pero un día nosotros, pequeños mortales, dejarán de dolernos todas las penas, dejaremos de soñar con amores inexistentes.
Mientras tanto, soñarte, seguirá siendo una razón para estar despierta, inventar como besarte una razón para seguir viviendo y amarte hasta la locura será la razón por la que merezca la pena morir.

miércoles, 13 de abril de 2016

Un amor que te vuelva loco.

Vuélvete loco.
Susúrrame al oído que tienes miedo, grítame los te quiero, bésame a escondidas, hazme el amor con la luz apagada pero la puerta abierta.
Échame de menos, grita mi nombre cuando estés con otra, acuérdate de mi cuando llores tus penas debajo de la Luna llena, pero no le aúlles, no eres un lobo.
Recuerda mis ojos cuando te eches bourbon en un vaso de cristal, rómpelo contra la pared hasta hacerlo añicos.
Vuélvete loco, pierde los estribos y olvida la dirección del timón y hasta el nombre del barco.
Olvídate de mí, (o llámame diciéndome te quiero).
Vomita desde lo más alto de esta montaña rusa que hemos creado, asústate mientras me das la mano.
Piensa que merece la pena, rézale a tu dios que mi nombre desaparezca.
Piérdete en un laberinto con la forma de mis curvas.
Pídeme ayuda, y déjate llevar mientras yo sigo a la estrella polar.
No tengas miedo, que ir al cielo no es tan bueno.
Que no hay fuego ni para encender un cigarro.
Dame la mano, cobarde, y pierde el miedo mientras yo me pierdo en tus ojos, tan azules como el mar, ¡Cómo no quererte bucear!
Elígeme otra vez, no me esperes en tu puerta sabes el camino hacia mi cama.
Deja de dar vueltas en la calle buscando razones y sube a mi almohada para gemirlas a mi compás.
Vuélvete tan loco que creas en nosotros.
Y si todavía quieres que me vaya, y si todavía te asoma alguna duda, es que habrás recobrado la cordura y tendremos que decirnos adiós.

viernes, 25 de marzo de 2016

Que te enamores y te duela.

La magia se halla en el fondo del mar, pero la fuerza en sus olas, que se alzan contra las rocas tan valientes como los primeros que dicen te quiero.
Me pregunto dónde se esconde la magia en una persona, dónde es que acecha la fuerza.
A lo mejor no tenemos ninguna de las dos, a lo mejor por eso nos gustan tanto las drogas.
A lo mejor las perdemos con el paso de los golpes y el ruido del silencio.
Ojalá fuera parte del mar, y pudiera engullir todo el mal que me sobrelleva como engulle ella a los barcos que la navegan.
Ojalá las palabras las pudiera escupir con ácido, las que me queman el hígado cuando me las trago.
Ojalá con mis gritos pudiera dejar de ver mis heridas, ojalá haciendo mareas pudiera echar toda mi mierda fuera.
"¡Hay que joderse!" Dirá la mar. "Tú quejándote de tus miserias y yo siquiera sin poder hablar".
Duele, la rabia también duele, como tus ojos claros sabiéndome sin conocerme.
Que te jodan.
Debería decirme la mar.
Que te den.
Que te hagan daño cuando te quieran, que te envuelvan en mil mareas, que te engullan en sus olas, que te enamores de sirenas que nunca podrás llegar a tocar, que nunca te dejen bucear en el fondo de sus almas. Que te pierdas la magia, y te lo pierdas todo.
Eso debería decirte cuando te contesto: "Bueno, si". Que es mi manera de decir que no me importa(s), que para qué descubrirme replicándote, para qué desnudarme si nunca podré embarcar en tus ojos.
Cree lo que hayas visto rozando mi superficie. 
Habla, que mientras yo te estudio y te buceo, cada vez, encuentro menos.
Que te den, debería decirte yo a ti.
Que me olvides, que no quiero personas que les da miedo bucear, que no les importa encontrar la magia.
Que conmigo o nadas hasta el horizonte o te ahogas en la orilla.
Bueno, que si, que te den.