Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

viernes, 4 de noviembre de 2016

Por el caos.

Escucho el caos tras tu oscuro silencio.
Huelo el miedo que emana de mis poros.
No recuerdo que pasó anoche, no recuerdo el sabor de sus labios, no recuerdo el eco de sus gemidos, no recuerdo el dolor ni la inyección de sus ojos, poco importa ahora su nombre. Poco importa el olor de su cuello o las marcas que ha dejado en mi pecho.
Poco importa el camino hacia su cama, poco importa en qué tipo de papel apunté su número o a qué me invito para conocerle. 
Poco importa porque lo nuestro ya es sólo caos.
A veces me rindo ante tus ojos, a veces los veo por todas partes. Y no puedo aguantarlo. No aguanto el caos que me produce tu vacío. A veces me hundo en mis miedos para poder enfrentarme a los nuestros.
Escucho el caos de tu silencio. De tu vacío. De esto, que no sé si es amor o destrucción.
Como duele quererte y no tenerte.
Como duele cuando vuelves, como duele cuando te vas, como duele saber que seguiré esperándote.
Que jamás otra cama podrá compararse con un beso tuyo.
Que me he rendido en intentar olvidarte, que sueño contigo, y respiro por tu aliento.
Como duele el caos cuando se une a otro caos y explosiona convirtiéndose en estrella, y la luz que sigue brillando hasta millones de años después de morirse, de morirse nuestro amor, o desgastarse nuestras fuerzas para seguir luchando.
Pero es que a veces entro en pánico y otras no sé lo que es el miedo. A veces sólo quiero huir a nuestro cielo, a a hacernos fugaces en nuestro infierno. A veces eres lo único que me importa y otras me tiemblan las piernas al pensar en llamarte de nuevo.
Las heridas no se curan sin cuidarlas, y yo no quiero cerrar tu herida, no quiero cicatrizar lo único que ha hecho sentirme viva, no quiero olvidar que amé. 
Que conseguí amar a algo más que a mis sueños, algo más que la Luna y el mar.
Que conseguí amar a alguien con nombre y apellidos.
No quiero olvidar que conseguí abrir mi coraza, derretir mi corazón, no quiero olvidar ese caos, ese enjambre enfurecido que te hace amar.
Maldigo las noches que no he estado contigo, maldigo las noches que cobarde cerré mi corazón, maldigo las noches que malgasté sin querer ahora que sé lo que es quererte.
Y prefiero el caos que me produce tu nombre a la nada que me producen sus besos.
Quiero ser el caos. 
Quiero que seas mi caos.
Quiero al dragón que echa fuego para blandir mi espada.
Al pirata loco que navega sin rumbo fijo, sin destino ninguno.
Quiero embarcarme en ese barco que nunca vuelve, en esos ojos que se me pierden.
No volver a decirte adiós.
No volver a perderte.
No tener que soñarte.
Tenerte.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Por un último amanecer.

Sólo me quedan vendas ensangrentadas y un revólver con una sola bala.
A lo lejos la ciudad, fuego y luces que luchan contra el agua que furiosa se alza por los acantilados.
Y yo pasando tanto frío que mi sangre se convierte en granizado cuando roza el suelo, parece un granizado de fresa, me relamo ante la idea, y lamo un poco de nieve y sangre, mientras esta me sigue bañando la nariz y la boca. 
No está tan mal. Quita la sed, aunque no sé si dará la muerte.
Mi estómago empieza a retorcerse como si intentará alimentarse de si mismo. Mis ojos se han debido de volver grises, pues no veo en otro color a mi alrededor. 
Sólo distingo la sangre que me incendia las retinas y me quema el alma.
Noto como si el universo me retumbara en los oídos al ritmo de las olas que devoran la ciudad.
Todo lo que se ha quedado allí, nunca lo sabré, me desmayaré aquí mismo. Lo sé.
No tengo ningún miedo a desaparecer, si con ello cesa el dolor de vivir.
Aunque me gustaría que mi alma pudiera dar un último vistazo a las ventanas del que ha sido aquí mi hogar, me gustaría poder ver las calles por las que huí y dónde podrían estar... ¿Dónde?
Me gustaría acercarme para escuchar sus risas una última vez, hace demasiado que las escuché y apenas recuerdo su sonido.
Me gustaría encarcelar mi espíritu a la tierra, aunque sólo fuera para guiarles un tiempo, ayudarles cuando se pierdan, cuando se crean desaparecer, quiero estar ahí. A su lado, a la ciudad que la esta devorando la tierra.
Para después perderme en ese océano para siempre.

Ahora lo siento todo, y tanto que me es imposible seguir pensando tan alto.
Ojalá me despertara de nuevo, ojalá viera un último amanecer después de esto.

lunes, 30 de mayo de 2016

La mujer serpiente.

Claro que la conocí, pero ella no era la reina de aquello, era sólo la bonita y malvada princesa del cuento, mitad princesa mitad serpiente, la mejor encantadora de personas que ha existido.
Con sus ojos color miel te ayudaba a hacerte adicto a cualquier mierda. Bajo la heroína andaba contoneándose haciendo rallys entre sus curvas sobre las manos de aquella boa rubia que tenía por novio entonces.
Ella te miraba como si mirase a través (y por encima) de ti.
Sus ojos se dilataban en la noche y su lengua se movía haciendo daño hasta en el alma.
Su piel resplandecía, su veneno le cubría como a un delicioso pastel y era imposible no hacerte adicto a esa sustancia que emanaba de sus dedos, que te acariciaban y te hacía sentir en el cielo.

Lamerle las heridas siempre fue más placentero que hacerle daño, y era absurdo pensar que aquella mujer serpiente pudiera querer a alguien con aquellos ojos que sólo hipnotizaban por diversión, que hacían daño por aburrimiento y que habían matado sin dolor. 
Pero era más absurdo no intentarlo.
Era otra adicta más, como yo, como su novio el constrictor y como todos los que conocíamos entonces.
Pero ella era más que eso, yo me despertaba con los ojos más negros que un koala, yo me despertaba vomitando el alma  por culpa de las pociones que me habían recetado los médicos para ser mejor. 
No funcionaban.

A ella no le hacían falta, ella bailaba mientras andaba, a ella la temían y la adoraban, ella era la única mujer serpiente encantadora de humanos que existía. Ella se despertaba enganchada y pinchada y al ducharse su veneno la volvía a cubrir hasta hacerla deliciosa e invencible. Como si nada hubiera pasado.
Lo siento, no te puedo hablar de ella de otra forma, lo recuerdo así, con sus ojos reptilianos intentando convertirnos a todos en sus pequeñas culebras. Y nos recuerdo siguiéndola por todos los rincones acechando a cada ratón que encontrábamos.



Prefiero no volver a hablar del oro de sus ojos o del sabor de su piel, ya no quiero saber nada más de mujeres serpientes ni de serpientes ni de mujeres, odio a los reptiles y a esos ojos felinos. Y si quieres un consejo, yo no iría preguntando por ahí, son cosas que hay enterrar en el olvido antes de que te entierren en el cementerio.
Es medusa de nuestra mitología.





jueves, 5 de mayo de 2016

Las heridas que me hacen tus ojos.

Tus ojos me dicen -"Vete". Pero brillan.
Brillan como un faro verde en mitad de una ventisca, o quizás como la luz al final de la muerte, no estoy segura.
Tus labios me sonríen susurrándome "quédate, hazme el amor aunque no te quiera". 
Y los míos tiemblan de pasión, rabia y miedo.
Ya no quiero ver las noticias yo me basto sola para llorar. A veces no es por ti, a veces es sólo por todo. Por las ventiscas, por los rayos del sol, no lo sé, porque a veces te quiero y a veces no. Porque sólo te echo de menos cuando me acuerdo de ti. Y porque a tus ojos marinos no los puedo olvidar en el mar, que siempre fue la cura de mis penas.
Quizás esta vez no sea suficiente con la superficie, quizás deba bucear hasta perder la luz del sol, adentrarme en el mar para que nada me duela. Porque el mar lo cura todo.
Incluso las heridas que me hacen tus ojos.

martes, 26 de abril de 2016

Amores prohibidos.

Cuando la Luna mengua se transforma en una cuna para mis penas, anoche me quedé mirándola mientras bebía absenta para limpiar mi paladar de tu sabor y olvidar aquellos besos.
Estuve observando al Sol salir intentando besar a la Luna, como en cada amanecer. 
Los amores prohibidos siguen existiendo por mucho que cambie el mundo. Por mucho que se oscurezcan los cielos y se sequen las lagunas, los amores prohibidos nunca dejarán de ser un dolor constante y palpitante en nuestros pechos.
Ayer el Sol tampoco consiguió besar a la Luna.

Anoche el pirata tampoco encontró el camino de la voz de su sirena.
Le llamaron loco, loco por buscar seres que sólo existen en cuentos de hadas, pero él la escuchó, un día la escuchó entre aquella tormenta, y ahora navega solo, pues todos lo toman ya por enfermo, da vueltas por el triángulo delas bermudas con la secreta esperanza de encontrar a su sirena o morir pronto para poder dejar de hacerlo.
Quizás en el fondo del mar le salgan branquias...

Ayer, aquél niño dejó de soñar con tocar las estrellas, en el colegio le dijeron que si se acercaba a ellas le quemarían hasta las entrañas.
Una niña de su clase se río de él cuando el niño, que iba a ser un poeta y un romántico, les dijo, morirme en ella es mejor que poder tocarla, podré convertirme en un trozo de su estrella para siempre. 
La niña se río de su poética virgen y de su cara de loco enamorado. Y ya no, ya no será un poeta y un romántico, ahora mirará al cielo sólo de día.

Anoche, desde mi tejado lo vi, vi el Sol llorando por no poder besar a la Luna, enrojeciendo el cielo con su dolor, mientras la Luna seguía ahí sin querer irse, tan lejos y tan cerca que podían verse, y lo entendí. 
La Luna lleva miles de años velando por las noches sólo para poder ver al Sol en el amanecer. Nunca le interesó mi poesía, nunca le importó que yo suspirara por ella, pero no podía decirme que no, ella sabe lo que duele tener un amor imposible. Un amor que duele hasta que la vida se te va.
Entonces supe que la muerte tenía sentido, la Luna jamás dejará de sufrir por amar al Sol, pero un día nosotros, pequeños mortales, dejarán de dolernos todas las penas, dejaremos de soñar con amores inexistentes.
Mientras tanto, soñarte, seguirá siendo una razón para estar despierta, inventar como besarte una razón para seguir viviendo y amarte hasta la locura será la razón por la que merezca la pena morir.

miércoles, 13 de abril de 2016

Un amor que te vuelva loco.

Vuélvete loco.
Susúrrame al oído que tienes miedo, grítame los te quiero, bésame a escondidas, hazme el amor con la luz apagada pero la puerta abierta.
Échame de menos, grita mi nombre cuando estés con otra, acuérdate de mi cuando llores tus penas debajo de la Luna llena, pero no le aúlles, no eres un lobo.
Recuerda mis ojos cuando te eches bourbon en un vaso de cristal, rómpelo contra la pared hasta hacerlo añicos.
Vuélvete loco, pierde los estribos y olvida la dirección del timón y hasta el nombre del barco.
Olvídate de mí, (o llámame diciéndome te quiero).
Vomita desde lo más alto de esta montaña rusa que hemos creado, asústate mientras me das la mano.
Piensa que merece la pena, rézale a tu dios que mi nombre desaparezca.
Piérdete en un laberinto con la forma de mis curvas.
Pídeme ayuda, y déjate llevar mientras yo sigo a la estrella polar.
No tengas miedo, que ir al cielo no es tan bueno.
Que no hay fuego ni para encender un cigarro.
Dame la mano, cobarde, y pierde el miedo mientras yo me pierdo en tus ojos, tan azules como el mar, ¡Cómo no quererte bucear!
Elígeme otra vez, no me esperes en tu puerta sabes el camino hacia mi cama.
Deja de dar vueltas en la calle buscando razones y sube a mi almohada para gemirlas a mi compás.
Vuélvete tan loco que creas en nosotros.
Y si todavía quieres que me vaya, y si todavía te asoma alguna duda, es que habrás recobrado la cordura y tendremos que decirnos adiós.

viernes, 25 de marzo de 2016

Que te enamores y te duela.

La magia se halla en el fondo del mar, pero la fuerza en sus olas, que se alzan contra las rocas tan valientes como los primeros que dicen te quiero.
Me pregunto dónde se esconde la magia en una persona, dónde es que acecha la fuerza.
A lo mejor no tenemos ninguna de las dos, a lo mejor por eso nos gustan tanto las drogas.
A lo mejor las perdemos con el paso de los golpes y el ruido del silencio.
Ojalá fuera parte del mar, y pudiera engullir todo el mal que me sobrelleva como engulle ella a los barcos que la navegan.
Ojalá las palabras las pudiera escupir con ácido, las que me queman el hígado cuando me las trago.
Ojalá con mis gritos pudiera dejar de ver mis heridas, ojalá haciendo mareas pudiera echar toda mi mierda fuera.
"¡Hay que joderse!" Dirá la mar. "Tú quejándote de tus miserias y yo siquiera sin poder hablar".
Duele, la rabia también duele, como tus ojos claros sabiéndome sin conocerme.
Que te jodan.
Debería decirme la mar.
Que te den.
Que te hagan daño cuando te quieran, que te envuelvan en mil mareas, que te engullan en sus olas, que te enamores de sirenas que nunca podrás llegar a tocar, que nunca te dejen bucear en el fondo de sus almas. Que te pierdas la magia, y te lo pierdas todo.
Eso debería decirte cuando te contesto: "Bueno, si". Que es mi manera de decir que no me importa(s), que para qué descubrirme replicándote, para qué desnudarme si nunca podré embarcar en tus ojos.
Cree lo que hayas visto rozando mi superficie. 
Habla, que mientras yo te estudio y te buceo, cada vez, encuentro menos.
Que te den, debería decirte yo a ti.
Que me olvides, que no quiero personas que les da miedo bucear, que no les importa encontrar la magia.
Que conmigo o nadas hasta el horizonte o te ahogas en la orilla.
Bueno, que si, que te den.

martes, 8 de marzo de 2016

Sin corazón no hay lágrimas.

No me arrepiento de haberte dado mi corazón enquistado, puede que ya no sienta demasiado, pero así tus desaires apenas me rozan las heridas.
Ya nunca me acuerdo de los te quiero que no me diste, de los que me calle por no atormentarte, de tus otros besos que me quemaban en las retinas, de los gritos en las otras camas que solté mientras tu nombre amenazaba en mi garganta. Y es que, el día que por no tener corazón quiera dejar de sonreír, será mejor que me tiré a tu cuello. A vivir a tu lado, a arrancarte los te quiero del estómago. A matarte si hiciera falta.

Pero si me dijeras vuelve para quedarte, ay, si dijeras lo que sólo yo quiero que me digas, yo, ahora, que pienso sin corazón y con el frío en la sangre. Que necesito calentarme, que sin ti o contigo yo sigo viviendo, ahora que sólo me palpita la Luna por las noches, ahora, que sé que puedo vivir sin corazón, que me creo inmortal aún siendo débil.
Lejana y brillante como las estrellas que han muerto y dejan su estela hasta nosotros dos, que lucharon tanto para alumbrarnos mientras nos hacíamos y deshacíamos en la cama, hasta después de haber abandonado este universo, tan infinito como mis ganas de odiarte. De no quererte nunca más.

Como mis ganas de atreverme a pedírtelo de vuelta, como mis ganas de ponerme una capa e irme hacía allí arriba a buscarte. A perderme y no tener que buscarte. Como mis ganas de tener esos ojos en el fondo de la pantalla de mi vida.

Pero no me arrepiento, porque a pesar de todo cada mañana, después de morir durante unas horas, después de vomitar mis miedos en forma de whisky y bilis, sólo quiero vivir, con las mismas ganas que tenía antes de conocerte. Quizás más.
Sigo soñando con los cantos de sirenas, con los besos a la Luna, con las noches en vela encontrando otros sabores, lejos del tuyo.
El mundo nació mucho antes de conocer tus ojos, el mundo sólo se paró en tu sonrisa un segundo, pero no, no terminó ahí.
Siguió con tus caricias, tus gritos, tus gemidos y tus golpes. Y ahora sigue después de ti, puede que duermas con mi corazón manchándote de sangre en el pecho, pero puedes quedártelo. Resulta que no me hace falta para vivir, resulta que sin tus besos también tengo aire para respirar, resulta que sin tus ojos también llego a ver las estrellas, sin tus te quiero también puedo escuchar el amor, como un eco en el interior de mis costillas.
Mi corazón sigue siendo mío aunque lo tengas agarrado entre tus zarpas.
Ya tus ojos no tienen color exacto en mi memoria, tus besos ya no tienen sabores, tu voz ya no destaca en los siete mares, tu presencia no me desorienta ni tu ausencia me revienta.

Hasta luego, puedes irte lejos, puedes quedarte de hecho, aquí al lado, cerca de mi corazón, con tus ojos sin color y besándome sin aderezos. Ya no importa mucho, entre mis costillas ya sólo queda espacio para mis armas y mis vendas.

Los mentirosos también dicen te quiero.

Me engañas y lo sé.
Juegas con mi corazón con la misma habilidad que con mis tetas.
Ladeas la cabeza, entornas los ojos y sonríes mintiéndome. "Te quiero cariño". Yo veo como me mientes, como evitas morderte el labio para no reírte en mi cara.
Conozco bien esa sensación, poco te importan siquiera mis orgasmos, aunque sean muy lejos de los tuyos.
Me abrazas y te enciendes un cigarro en mi sofá verde quemado, te abres una cerveza de mi nevera vieja, como si todo lo mío fuera en realidad más tuyo.
Y no me importa, me dejo. Porque hoy y ahora no me apetece estar aquí, sola.
En esta casa tan grande y rota, tan vacía sin ti. Tan silenciosa sin tus gritos, tan ordenada sin tus brotes.
Así que me engañas y me dejo mentir, te sonrío y contesto mecánicamente "Y yo a ti". Evitando morderme el labio para no reírme en tu cara.
Pero no, no creo que te quiera ni siquiera un poquito más que a mi cerveza.

lunes, 22 de febrero de 2016

Llévame contigo.

Te odio.
Cuando miro tus ojos más negros que el peor cristal que se pueda pillar envenenándome todas las venas y viajando hasta mi corazón, parándolo en seco, para volver a empezar con la fuerza de un huracán.
Cuando mis ojos son el centro de ese huracán, mientras todo gira alrededor de mis retinas, mientras mis manos vuelan en pedazos con los trocitos de las estrellas que brillan más allá de tus pupilas.
Te odio.
Cuando me besas lento como si fuera lo único que quisieras hacer antes morir, entre los brazos de mi huracán que te arranca hasta el último aliento, como si se te acabara el tiempo y no te importara nada que no fueran mis besos, como si me quisieras como se quieren los demás.
Te odio.
Cuando olvidas que las luces que nos transportan son sólo luces pegadas a nuestros párpados con silicona y cocaína. Cuando me coges de la cintura y danzamos entre azules y negros, y me llevas a la Luna, y la puedo ver, y la acaricio, y es lo más suave y exquisito que jamás un mortal haya podido alcanzar a tocar.
Y la beso, y lloro, porque es demasiado para mis dedos. Demasiado para ser real.
Te odio.
Cuando te alejas, y me faltas, y desapareces de mi lado y es como si me quitarán un trozo de alma y de piel, sin avisarme. Como si dejarán mis costillas y mis miedos al aire, como quien deja la tapa del váter arriba.
Como sino importara más que un trozo de porcelana amarillenta.
Te odio.
Cuando te desangras mientras lo hacemos, y manchas mi euforia de miedo, mientras transformas mi pasión en ansiedad y mis besos en gritos sordos. Cuando tus ojos opacos se vuelven tan blancos como tu tabique, cuando te caes sin fuerza sobre mi pecho y lloro mientras me ahogas y me ahogo mientras lloras. Y me fumo un cigarro con mi último aliento mientras te acaricio ese aceite de Luna y droga que desprende tu piel, que se me pega en la mano como el pegamento.
Te odio cuando te alejas tanto de mí que apenas me queda el olor de tu pelo aceitoso en mis manos para poder recordar que estás a mi lado.
"No te vayas, no te mueras". Te susurro mientras todavía puedo hablar, unos segundos antes de quedarme afónica, de quedarme asmática, de desmayarme abrazándote, susurrándote que no te alejes más, que no te odio, que jamás te podría odiar.
Y si te vas tan lejos, por lo menos, llévame contigo.

domingo, 10 de enero de 2016

Si te crees pájaro, podrás sentirte volar.

Preocúpate tú, que tienes ganas. Preocúpate tú, que tienes tiempo.
Que a mi me quema la garganta de cantar tan fuerte, las alas de volar tan alto.
Que ni me importa ni quiero que me importe, que estoy ocupada en ser libre y llegar a la Luna, en creerme pájaro y en sentirme pez. 
Que lloren otros que se mueran de envidia y de miedo, que ellos son los que no tienen tiempo de vivir y después se desviven con los años.
Que no me importa, que hablen, que peleen que yo sigo buscando la estrella más brillante.
Sígueme si quieres, acompáñame si puedes, te allano el camino si lo necesitas pero no te obstaculices, pero sobre todo no me intentes obstaculizar a mí.
No me temas, no muerdo. Bueno, no siempre.
¡Vamos! Tú también puedes, baila tu propia canción, escribe la letra que hay en las yemas de tus dedos, encuentra la estrella que buscan tus ojos cada anochecer. 
No temas, no queman, bueno, no siempre.
Preocúpate tú si quieres, pero no esperes que me importe preocuparme.
Yo estoy en otro universo, en otra dimensión, lejos del qué dirán y del qué me importa menos. A millones de galaxias de esos que intentan ponerte trabas, volando entre nébulas gaseosas que se destruyen para convertirse en estrellas.
Volando hasta que se me caigan todas las plumas de estas, mis alas.


Huye de mí, tú que puedes.

No preguntes que me pasa, ahora que estoy rompiendo todo lo que hay en esta maldita casa.
Perdóname, coge mi tarjeta de crédito, es toda tuya, (si es que todavía le queda débito).
No puedo hoy, hoy que mis demonios tienen mi cuerpo y mi alma. 
No me hagas hablar hoy que me cuesta respirar sin tu aliento.
Perdóname por no ser todo lo que te merecías que fuera, te prometo que me duele tanto que ningún puñal en el corazón me haría sentirme menos viva.
Hoy que estoy loca. Loca de atar y medicar.
Loca porque no sé vivir, loca porque me desvivo (por ti).
Grítame hasta hacerme llorar, ¡No tengas piedad de mi corazón! Que los callos le protegen.
No me perdones, que no lo merezco, que un pirata no pide perdón por ir arrasando y atracando cada puerto que pisa. Que no me he tomado ni las pastillas para dormir.
Me tiembla el alma, me repiquetean los dedos.
¡No te acerques!
Aléjate de mí, que no quiero hacerte daño.
Que el rojo parpadea con el negro, que ni pienso ni dejo de pensar. (Otra vez, tú me dirás).
Que no hay droga lo suficientemente fuerte para rehacerme. (Otra vez, tú me dirás).
Que mis sueños son muy negros, que mis pesadillas son mis sueños.
Vete, aléjate de esta alma oscura y sangrante. Que no quiero pegarte mis colores.
Y si me perdonas, ódiame siempre más de lo que me quieras.
Joder, si es que mi corazón está tan burdeos que se me salen los demonios. ¡Qué es culpa mía! Tus miedos, tus asesinos, tus dolores y tus ensangrentados ojos. Que no merezco ni tus caricias, ni tus golpes.
Por favor, grítame tan fuerte que no te pueda ni oír.



Huir.
Huye de mí, no mires atrás.
Yo me iré lejos, no necesito el dinero, no merezco tu amor.
Dame una pistola, ya haré yo el resto.
Me quitaré la bala del pecho y dispararé a mis ojos, que mueran en la oscuridad de estas, mis pupilas.

Me llaman caos.

Subo al coche, bajo las ventanillas hasta hacer tope, acelero sin mirar atrás, cambio de sentido en mitad del carril y grazno al ritmo de TNT de AC/DC.
No voy a llorar por tener más problemas de los que puedo recordar, no me entristece que en las películas haya menos acción que en mi diario.
Entro al bar y el camarero chilla mi nombre ¡Ronda gratis para todos!
Ya saltaré para pagarme las copas, ya robaré alguna cartera, ya huiré por alguna ventana diciendo que hoy soy legal y me salgo a fumar.
Soy un caos. No un caos que sube y que baja, no un caos lineal que se pueda contar en un sólo día, ni uno que se resuma con una película de Tarantino.
Un caos extremo, absurdo e impulsivo.
Un caos que gira y gira hasta tropezarse consigo mismo.
Un caos consentido y temerario.
Un caos de labios rojos y partidos, de drogarse sin drogas y matarse sin armas, de amarse sin quererse y follarse en soledad. De despertarse vomitando sin haber bebido más de tres vasos de agua, (con ginebra, con vodka, ¿Con whisky?), ¿Quién sabe, si no recuerdo nada después de levantarme?
De mirar a tu derecha y preguntarte ¿Pero y tú, quién cojones eras? Y estar frente al espejo.
De recoger tu ropa y que sea el viento quien tenga que recordarte tu nombre y dónde guardaste tus bragas.
No hay días, ni noches, sólo historias que se entrelazan como un disco de rock and roll intentando contar una misma historia que apenas se llega a entender por canciones.
Que alguien me diga a quién le robe el coche ayer, que yo ni siquiera me saqué el carnet.
Oh, ¿Por qué me encuentro tan jodidamente bien cuando estoy mal?
Un caos digno de contar antes de que el siguiente me lo haga olvidar.
Un jodido caos, que busca hasta los problemas que no le quieren encontrar.