Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

lunes, 30 de mayo de 2016

La mujer serpiente.

Claro que la conocí, pero ella no era la reina de aquello, era sólo la bonita y malvada princesa del cuento, mitad princesa mitad serpiente, la mejor encantadora de personas que ha existido.
Con sus ojos color miel te ayudaba a hacerte adicto a cualquier mierda. Bajo la heroína andaba contoneándose haciendo rallys entre sus curvas sobre las manos de aquella boa rubia que tenía por novio entonces.
Ella te miraba como si mirase a través (y por encima) de ti.
Sus ojos se dilataban en la noche y su lengua se movía haciendo daño hasta en el alma.
Su piel resplandecía, su veneno le cubría como a un delicioso pastel y era imposible no hacerte adicto a esa sustancia que emanaba de sus dedos, que te acariciaban y te hacía sentir en el cielo.

Lamerle las heridas siempre fue más placentero que hacerle daño, y era absurdo pensar que aquella mujer serpiente pudiera querer a alguien con aquellos ojos que sólo hipnotizaban por diversión, que hacían daño por aburrimiento y que habían matado sin dolor. 
Pero era más absurdo no intentarlo.
Era otra adicta más, como yo, como su novio el constrictor y como todos los que conocíamos entonces.
Pero ella era más que eso, yo me despertaba con los ojos más negros que un koala, yo me despertaba vomitando el alma  por culpa de las pociones que me habían recetado los médicos para ser mejor. 
No funcionaban.

A ella no le hacían falta, ella bailaba mientras andaba, a ella la temían y la adoraban, ella era la única mujer serpiente encantadora de humanos que existía. Ella se despertaba enganchada y pinchada y al ducharse su veneno la volvía a cubrir hasta hacerla deliciosa e invencible. Como si nada hubiera pasado.
Lo siento, no te puedo hablar de ella de otra forma, lo recuerdo así, con sus ojos reptilianos intentando convertirnos a todos en sus pequeñas culebras. Y nos recuerdo siguiéndola por todos los rincones acechando a cada ratón que encontrábamos.



Prefiero no volver a hablar del oro de sus ojos o del sabor de su piel, ya no quiero saber nada más de mujeres serpientes ni de serpientes ni de mujeres, odio a los reptiles y a esos ojos felinos. Y si quieres un consejo, yo no iría preguntando por ahí, son cosas que hay enterrar en el olvido antes de que te entierren en el cementerio.
Es medusa de nuestra mitología.





jueves, 5 de mayo de 2016

Las heridas que me hacen tus ojos.

Tus ojos me dicen -"Vete". Pero brillan.
Brillan como un faro verde en mitad de una ventisca, o quizás como la luz al final de la muerte, no estoy segura.
Tus labios me sonríen susurrándome "quédate, hazme el amor aunque no te quiera". 
Y los míos tiemblan de pasión, rabia y miedo.
Ya no quiero ver las noticias yo me basto sola para llorar. A veces no es por ti, a veces es sólo por todo. Por las ventiscas, por los rayos del sol, no lo sé, porque a veces te quiero y a veces no. Porque sólo te echo de menos cuando me acuerdo de ti. Y porque a tus ojos marinos no los puedo olvidar en el mar, que siempre fue la cura de mis penas.
Quizás esta vez no sea suficiente con la superficie, quizás deba bucear hasta perder la luz del sol, adentrarme en el mar para que nada me duela. Porque el mar lo cura todo.
Incluso las heridas que me hacen tus ojos.