Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

lunes, 25 de noviembre de 2013

Tengo tanta esperanza en mí como agua hay en el whisky.

Y me levanto después de cada caída con el corazón tan lleno de mierda como el hígado, con los pulmones tan negros como los ojos.
Y el caso es que me han roto la nariz y no ha dolido tanto como cuando vomite el alma en aquel oscuro rincón de su habitación.
Solo tengo ganas de quedarme a vivir entre mis sábanas, cambiándome el papel de protagonista de mi vida por un extra que anda por la calle de camino al trabajo o en busca de él.
Pero esta última vez, al levantarme tan rápido, y sin mirar antes de cruzar, al levantar la vista y mirar al cielo este me había bajado de él una lluvia de hierro recién forjado, recién moldeado, ardiendo, tan rojo como lo estaban todavía mis ojos.
Y aunque intenté correr huyendo de ellos, correr con los ojos cerrados sin mirar el camino no lleva a ninguna parte, me quemaban los brazos mientras intentaba no caerme al tropezarme con los que ya habían caído sobre mi, el cielo se volvió gris y rojo y granizaba dolor. No dejé de correr en ningún momento sin acordarme de que podía esconderme o hacerles frente. Solo huí hasta que uno me alcanzó a la cabeza, y todo se volvió negro, un dolor insoportable ardiente con el que solo deseaba que parara pronto la vida, caí al suelo de espaldas, reventándome la columna con mas hierros que yacían en el suelo, y entonces como respuesta a mis suplicas para que dejara de llorar, el hierro mas rojo y brillante que había en el cielo vino a por mí, lo vi desde lejos, pero mis piernas no me respondían, ni siquiera sabía si era un hierro, un grifo o la muerte. Apenas me oía jadear, y en un parpadeo se puso sobre mi y me atravesó la carne desgarrándola con ese ruido tan ggggraaack infernal, me derritió las costillas y dejó clavada la punta en mi corazón, dejándome en el suelo, sangrando como un cerdo antes de hacerlo salami. 
Mis ojos negros se volvieron blancos, y el dolor me mató antes que el hierro.
Me volveré a levantar, cuando el alcohol cure el corazón

jueves, 14 de noviembre de 2013

Mis sueños sin ti.

Sueño contigo y al abrir los ojos y extender el brazo noto el hueco vacío de tu lado de la cama y me quedo esperando a que vuelvas del baño, de la cocina o de mis sueños.
Y así me paso todo el día intentando volverte a ver.

El cielo no es el final, el final solo puede ser el infierno.

Intenté desafiar al demonio con un revólver calibre 42 olvidando que es el diablo el que carga las armas.
Huí de él, escondiéndome en los sitios mas oscuros, olvidando que él se esconde en la oscuridad.
Le grité todo lo que podría hacerle daño a una persona olvidando de nuevo, que él no es un humano cualquiera.
Quise hacerme la fuerte, hacerme la valiente, quise ganar al diablo, desafiar las leyes de la naturaleza.
Y no perdí. No puedo decir que gané, por ganar la última batalla, pero no perdí.
Él me vacío el revólver,  me encontró en la oscuridad, me hizo llorar como a un crío desconsolado y me enseño que nunca un humano podría ser un diablo sin más. Que no se puede volar sin alas, aguantar el infierno siendo mortal y matar al diablo.
Pero la última batalla la gané yo, porque aunque te encontré al haber perdido, te encontré cuando ya me estaban cocinando para él, con el alma destrozada y el corazón en los pies, encontrarte, conseguirlo, me dio la fuerza suficiente para seguir luchando contra él.
Hasta conseguir que cansado, por viejo, o quizás aburrido de ganarme tantas veces, hiciéramos un trato, un trato que jamás pensé cumplir y no sé como pude mentirle al diablo, quizás, quizás si sabía que le estaba mintiendo y pensaba que sería mas divertido así. Jugar conmigo a los policías y cacos, al escondite, al torturador. No lo sé, porque yo no soy el diablo pero, ¿Verdad que se respira bien aquí fuera? ¿No te parece que hemos venido al cielo? Y aunque ahora me pase la vida luchando con el diablo sabiendo de antemano que me tocará perder, día tras día, no importa.
Por este momento en el que respiro cielo, en el que he conseguido por lo que tanto he luchado, que tengo a mi sueño cogido de mi mano, y aunque sé que ya los ángeles nunca vendrán a por mi, no me importa, porque tengo el corazón hinchado, bombea tan rápido que nunca más volveré a tener miedo, jamás volveré a desesperarme, y después de haber conseguido mi sueño solo me queda luchar contra el diablo para mantenerlo a mi lado.
Aunque signifique miles de años quemándome en el infierno, yo ahora me siento como en el séptimo cielo.
Merece la pena, merece la pena luchar. 
Siempre, todo es poco para ti, aunque sea un juguete para el demonio, merecerá la pena luchar por ti.

El bosque salvaje solo era una parte del todo.

Recogí del pozo las últimas fuerzas que me quedaban.
Absorbí de la botella el coraje que me faltaba.
Y miraba a la Luna cada vez que necesitaba ayuda.
Fui corriendo.
El bosque me tragó como un gigante.
Cuando quise pensar en lo que estaba haciendo ya era demasiado tarde.
Las enredaderas se interponían entre mis tobillos e iba dando saltos para no pisar las trampas de los cazadores.
Los árboles se llevaban trozos de mi chaqueta de cuero y de mi piel, saltaba de una roca a otra a trompicones intentando inútilmente no caerme mil y una vez, pero siempre me levantaba, nunca cesé de correr, y mientras la sangre seca se hacía parte de mi atuendo y manchaba mi color de pelo yo saboreaba su sangre en mis labios, o quizás fuera todavía la mía, y cuando llegué al principio de la cueva, del palacio, del escondite, me arrodillé al suelo jadeante y empezó a llover.
Me quedé en suelo abriendo la boca llena de sangre y sedienta al cielo, intentando que esas miles de gotas que me hacían erizar la piel cayeran en mi boca en vano.
Busqué a ciegas con los dedos algo de comer, y entre la hierba y el barro no puedo saber qué es lo que se movió lentamente en mi paladar. Asqueroso, pero mi tripa rugía como un león.
Me tapé las heridas con barro, y quise quedarme allí a dormir, pero por miedo, miedo a perder. A haber luchado tanto para rendirme, me alcé, con las piernas temblando. 
Temblando de frío, de rabia y de expectación.
No hay mucho que contar, me metí sin pensarlo mucho en la cueva, mirando por última vez la bella Luna llena, que me dio un respiro a mi corazón, mirando la lluvia caer por todo el bosque.
Como si el gigante ya hubiera terminado conmigo y yo fuera directa a su váter.
Ya sabes el resto, las luces se encendieron de repente cegándome, y cegaron mucho mas que mis ojos, cegaron mi pensamiento, mi razón y mi corazón.
Corrí como un gato asustado, como Bambi el día del incendio, sin saber cual era el camino, tengo que admitir,
que volví a tener miedo, porque me sentí cobarde. Quise huir. Huir de los cazadores y del fuego y dejar a la madre de Bambi a su suerte, sabiendo que eso era como dejarla morir.

Doy gracias todos los días, de que una vez en mi vida, el karma me devolvió lo que era mío, y me dio la suerte que en esos momentos tanto necesitábamos.
Tu para que te salvaran.
Y yo para salvarme.
Al final mereció la pena adentrarme en el bosque.