Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

martes, 15 de abril de 2014

Lágrima sobre lágrima escribo esta canción.

Lágrima sobre lágrima escribo esta canción.
Arrojando mis penas sobre el alcohol.
Lágrima sobre lágrima escribo esta canción.
El dolor y los cuchillos se clavan en mi pulmón.
Miedo sobre miedo bajo este viejo sillón.
Y es que lágrima sobre lágrima escribo esta canción.
Esperando que así no se me desangre de penas el corazón.
Me aprieta la soledad en el pecho.
Me ahoga todo lo que he podido y no he hecho.
Mis dedos se deshacen en polvo que asciende al techo.
Lágrima sobre lágrima... Escribo esta canción.
Miedo sobre miedo bajo este viejo sillón.
Y ya de nada sirve pedir perdón.

De nada sirve intentar curar de pronto mi pequeño corazón,
que tenía que haber aprendido ya a decir adiós.
Me hacen mis costillas mi propia prisión.
Lágrima sobre lágrima yo escribo esta canción.
Y me cuesta respirar un poco más en cada renglón.
Miedo sobre miedo bajo este viejo sillón.
Me muerde en los labios la tentación.
Me susurra al oído su propia canción.
Me tiemblan las manos de indecisión.
Buscan mis ojos envenenados la ocasión.
Lágrima sobre lágrima yo escribo esta canción.
Miedo sobre miedo bajo este viejo sillón.
¿Por qué mi valentía tenía que depender del ron?

En mis sueños el sonido de aquél antiguo saxofón.
En mis miedos las pesadillas se alimentan de mi horror.
En mis esperanzas se ha cerrado ya el telón.
Lágrima sobre lágrima escribo esta canción.
Esperando a que alguien acuda a mi salvación.
Miedo sobre miedo bajo este viejo sillón.
Bajo estas letras se esconde mi protección,
aún creándome en los dedos quemazón,
construyéndome por dentro el desazón,
lo olvido todo excepto la puntuación.
Lágrima sobre lágrima yo escribo esta canción.
Miedo sobre miedo bajo este viejo sillón.
Me quema por dentro esta obsesión.

Yo que a todo puedo vencer.

El Sol sobre mis manos la Tierra debajo de mis pies.
Todo lo que quiero lo puedo tener.
El Sol abrasando mis dedos, la Tierra subiendo por mi piel.
Yo, que todo lo puedo conseguir.
El sol desintegrándose en mis manos, convirtiéndose en polvo de estrellas, la Tierra se deshace en sus propios y mares y yo, que todo lo puedo ser.
El Sol sobre mis manos la Tierra bajo mis pies y yo, yo que a todo le puedo morder.
Somos polvo de estrellas, del cielo venimos y hasta el cielo podemos volver.
Y yo, yo que puedo con todo. Y hasta al Sol y la Tierra les hago desaparecer.

sábado, 12 de abril de 2014

Y en mis ojos, grabados estará tu alma.

Que cuando tus ojos avellana miren hacia abajo cansados, que cuando tus labios suspiren desesperados, yo estaré ahí. A mil kilómetros de ti pero observando tus miedos con lupa.
Que cuando el corazón se te colapse de tristezas yo las succionaré y las mandaré muy lejos de ti.
Que cuando al cielo alces la mirada, yo estaré mirando la misma estrella que tú.
Y sé, lo fuerte que es la distancia, pero también sé, lo fuertes que podemos llegar a ser.
Cuando a la Luna mires rencorosa, yo estaré contándole a la misma Luna lo que te echo de menos.
Y pasearás por las calles donde estuvimos bailando, y yo bailare contigo en cada calle nueva que me tenga que aprender.
Nadaré por los mares recordando que en tierra me esperas tú.
Y que sabes que volveré, que nunca podré atreverme a decir adiós, que mis labios solo se atreven a decir hasta pronto.
Y conoces a mis ojos, que no llorarán tu ausencia porque te tendrán siempre dentro de sus pupilas.
Que cuando escriba en cada esquina de la hoja estarás tú.
Que mientras viva, en cada decisión estarás presente tú.
Y te prometo que serás tú quien me olvide antes de ayer.
Te prometo que antes de que puedas echarme de menos, ya estarás echándome de más.
Te prometo que seré yo quien no olvide tus ojos avellana, quien sufra en silencio la distancia de tu mirada.
Te prometo que mañana ya no recordarás mi voz, y pasado olvidarás mi cara, en una semana, no podrás recordar mi nombre. Y seré yo, quien rencorosa y nostálgica mire a la misma Luna que tú.

martes, 8 de abril de 2014

Te despido con lágrimas que saben a rencor

-¿Se muere?
Me preguntó susurrándolo casi para ella misma.
Todo iba tan rápido que no me importaba el agua, y mis ojos empezaron a inundarse lentamente al ritmo de mi respiración. -Se muere ¿verdad?- Esta vez si me lo preguntó a mí aunque seguía sin apartar su mirada de la sangre. -Dios mío, se está muriendo, ¿Se está muriendo?- Y giró su pálida piel como pintada por un niño por el rosa más fuerte de la caja de pinturas. Y yo seguía sin saber que responderle, y asentí lentamente intentando no hacer ruido, llorando más por ella que por mí. 
-No, no, no, no-. Seguía diciendo mientras se derretía en su vestido de Dior, como la bailarina del cuento, la sangre era el fuego, y ella caía en su interior. 
Vi como se hundía en su dolor. Como desaparecía entre sus joyas de Cartier, me sentí miserable, peor que un desgraciado, porque pensé si se las quito ahora, quizás pueda correr, desaparecer y nunca me encontrarían, como si esto nunca hubiera pasado.
Como si él no hubiera muerto. Como si nadie hubiera muerto.
Y me arañé efusivamente para quitarme esa idea de la cabeza, hasta que noté sus ojos de diamante negro mirándome asustada, a veces olvido dónde estoy.
Me agaché junto a ella, y la rodeé, quería decirle que lo sentía, pero ella no me veía, se estaba apagando y muriendo, se estaba deshaciendo como roca en el mar. Y, aunque me temblaban las piernas y seguía pensando en sus joyas, sus ojos fueron más fuertes que yo.
La levanté mientras temía que dejara de respirar, que se asustara o me echara en cara su muerte. Se me olvidó todo cuando me fije en la sangre. 
Me olvidé del dinero, del poder y hasta de mi nombre.
Teníamos que dejarlo ahí, sangrando como un globo pinchado, esperando que no estuviera sufriendo. 
Por fin vino el gorila disfrazado de traje saliendo de su trance de felicidad, superioridad y relajación.
Cogió a Madamme y la guardó como un tesoro detrás del largo coche.
Me gritaba. Sal de tu trance, me decía a mi misma. Me llamaba -¡Corre Mademoiselle, entra!
Y sí, corrí, me fui corriendo hacia el sur, porque mi sangre siempre tira hacia el sur. Y olvide que nuestras sangres seguían esparcidas por mi cara y mi ropa, tenía miedo pero seguí corriendo mientras el viento azotaba mi piel hasta que caí de bruces, me giré para poder mirar al cielo gris como mi alma, triste como mis ojos, y pensé en Mademoiselle.
En lo que había sido, en lo que me había convertido. 
Me escondí entre cartones refugiándome del mundo, y me dormí pensando en cómo matar, en cómo hacer desaparecer a Mademoiselle.
. Para siempre.

sábado, 5 de abril de 2014

De cómo vencí a mis demonios.

Yo era un desastre.
Una bala perdida.
Una lucha sin final.
Y llegaste tú quemándome con tus cigarros la piel y oscureciendo mi alma y mis pulmones. Así llegaste tú.
Enredando entre los hilos de sangre que yo ya había derramado sin ti.
Me ayudaste a arruinar todo lo que ya estaba derruido.
A quemar del suelo hasta el cielo todo en lo que yo pudiera creer.
Y te doy las gracias, si.
Por haberme quitado todo lo que nunca podría haber tenido.
Por haber roto mi mente en mil pedazos.
Por destruir la cordura de mis memorias, por construirme castillos en el aire, dragones de fuego en el cielo, armas en el suelo y dolor en las esquinas.
Cuando llegaste yo era una bala perdida, y tú colocaste ese revólver en mi mano.
Como quien coloca una bomba con sumo cuidado y luego olvida que le estallará en la cara sino se va lejos.
¿Qué esperabas de mí?
¿Un gracias, o un lo siento?
Te ves ahora tan pequeño... De tus ojos solo recuerdo ya la oscuridad, de tus labios solo recuerdo el movimiento, de tu alma solo recuerdo el fuego, esas heridas que me vendaba cuando te ibas, esos miedos que crecían bajo tus pasos, esa lucha que perdí cuando dije que estaría a tu lado.
Creíste, que podrías romperme, y pobre de ti, que lo que está roto no se puede volver a romper.
Y te doy las gracias, si.
Por enseñarme a sufrir, a callar, a luchar, a despedazar los trozos de mí que no quiero, a acabar con los gritos que me despertaban, a desengranar el miedo.
Ahora soy yo la que apaga los cigarros en tu piel.
Cuando llegaste yo sólo era una bala perdida.
Tú me enseñaste a dispararme.
Bajo mi ventana, disfruto al ver tu sombra maldiciendo mi existencia como la maldecía yo cuando eras tú el que estaba a este lado de la ventana. Maldiciendo aquél día en que confiaste en mí, como maldije yo una y tantas noches aquél día en el que me agarre a ti.
Y te doy las gracias, si.
Por seguir debajo de mi ventana, odiándome, recordándome quien pude no haber sido sino te hubiera vencido. Y mi victoria me acaricia el paladar cuando me despierto de una pesadilla y tú ya no estás.
Tú, tú, tú ya nunca más.
Tú, tú jamás volverás a estar.