Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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lunes, 5 de septiembre de 2016

Por un último amanecer.

Sólo me quedan vendas ensangrentadas y un revólver con una sola bala.
A lo lejos la ciudad, fuego y luces que luchan contra el agua que furiosa se alza por los acantilados.
Y yo pasando tanto frío que mi sangre se convierte en granizado cuando roza el suelo, parece un granizado de fresa, me relamo ante la idea, y lamo un poco de nieve y sangre, mientras esta me sigue bañando la nariz y la boca. 
No está tan mal. Quita la sed, aunque no sé si dará la muerte.
Mi estómago empieza a retorcerse como si intentará alimentarse de si mismo. Mis ojos se han debido de volver grises, pues no veo en otro color a mi alrededor. 
Sólo distingo la sangre que me incendia las retinas y me quema el alma.
Noto como si el universo me retumbara en los oídos al ritmo de las olas que devoran la ciudad.
Todo lo que se ha quedado allí, nunca lo sabré, me desmayaré aquí mismo. Lo sé.
No tengo ningún miedo a desaparecer, si con ello cesa el dolor de vivir.
Aunque me gustaría que mi alma pudiera dar un último vistazo a las ventanas del que ha sido aquí mi hogar, me gustaría poder ver las calles por las que huí y dónde podrían estar... ¿Dónde?
Me gustaría acercarme para escuchar sus risas una última vez, hace demasiado que las escuché y apenas recuerdo su sonido.
Me gustaría encarcelar mi espíritu a la tierra, aunque sólo fuera para guiarles un tiempo, ayudarles cuando se pierdan, cuando se crean desaparecer, quiero estar ahí. A su lado, a la ciudad que la esta devorando la tierra.
Para después perderme en ese océano para siempre.

Ahora lo siento todo, y tanto que me es imposible seguir pensando tan alto.
Ojalá me despertara de nuevo, ojalá viera un último amanecer después de esto.