Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

domingo, 12 de julio de 2015

Una chica que prefiere un enjambre en la vagina antes que unas mariposas en el estómago.

Haré de tripas corazón y del corazón una piedra, para lanzártela, a ver si así consigo llegarte al tuyo.
Prefiero que me ahogue mi orgullo a que me asfixie tu indiferencia.
Prefiero trasnochar en otras camas, prefiero saltar por las ventanas y sólo conseguir dormir alcoholizada a soñar de nuevo con tus besos y tu piel.
¡Prefiero no saber querer a quererte a medias!
No duele tanto, mi corazón tiene callos y hasta el fuego de tu mirada tarda en quemarle.
No puedo más, prefiero estar con alguien que no me guste a estar con alguien que quiera, no vuelvo a buscar, no vuelvo a dejarme llevar, no quiero más unos besos con sentimiento. Nunca más haré el amor, sólo haré la guerra. Me volveré una guerrera y olvidaré a la amante, aprenderé a usar la espada y el escudo y olvidaré como se cuidan las heridas y se dan los besos de buenos días.
Me olvido, de volver a soñar con alguien despierta, me olvido, de la sensación de querer, de la felicidad de latir a la par y de los besos que suenan a música de jazz.
Aprenderé, a cabalgar un caballo y escudarme del fuego enemigo, a huir de los malos y esconderme en las trincheras cuando haya una rebelión.
Me olvido de quererte y ser valiente, y aprenderé a ser inteligente. 
Buscaré sólo enjambres de abejas en la vagina que sepan hacer miel pero que no sepan subir y convertirse en mariposas.
Seré, como siempre he sido y tanto me han recriminado, una chica que sólo quiere que le tiemblen las piernas y no las manos.
Seré todo lo que este lejos de ser algo que pudiera estar cerca de ti.

Que yo sólo luchaba cuando luchaban por mí.

Y cuando pienso que no, que ya está, que ni te quiero ni te dejo de querer me doy cuenta de que eres lo mejor que voy a poder conseguir nunca.
Soy demasiado impulsiva, si me enfadas, si me entristeces, sino siento que tú sientes, yo me acobardo, me enorgullezco, me agilipollo, sí, me vuelvo idiota.
Y me voy en busca de otros que sí me sepan querer, y me voy en busca de otros que me digan que saben querer. Confunden el sexo con el amor, confunden dar orgasmos con dar felicidad. Y yo también.
Te quiero aquí, junto a mí, ¿Quién puede darme eso que tú tienes y no sé lo qué es?
Y me enfado, y me enorgullezco, y me agilipollo porque te quiero y no te quiero, y te quiero y no te quiero querer.
Y me asusto porque soy cobarde, y no te dejo dormir cuando dormimos porque pienso que así no me querrás dejar marchar. Y te doy todo lo que sé darte, tragándome mi orgullo y comiendo cobardía.
Y te araño con rabia porque quiero que te duela la piel la mitad de lo que me duele a mi el corazón. Y te beso con fuerza para que sientas con fuerza algo de mí, y grito tu nombre para que creas que sólo grito el tuyo.
Y te odio, y te odio tanto, que tengo que buscar a otros que me quieran, y cuando ellos no valen, porque ninguno me valdrá teniéndote a ti, pienso que nunca tendré nadar mejor que tú, que nunca encontraré el amor sino es entre tus besos.
Pero "para, para qué quererte tanto, si después, si después te vas".
Y ojalá puedas tú también pensar algún día que me tuviste mil días en tu cama y no me supiste aprovechar, pero ¿Cómo vas a llegar a eso? ¡Si no soy capaz de separarme de tus labios!
No me quiero alejar de ti, por si tú te alejas de mí entonces, por si yo conozco a alguien y tú conoces a alguien mejor que yo. Alguien que te deje sin aliento y te rompa el corazón cada mañana para rehacértelo cada noche entre gemidos, gritos y aclamaciones a todos los santos.
¡No te quiero querer! ¡No te quiero perder! Pero ni siquiera te tengo, y he de aceptarlo.
Que por una vez en mi vida, yo voy detrás, que por una vez en mi vida, alguien me importa tanto que no quiero buscar a nadie más. Que por una vez en mi vida quiero ser más valiente que inteligente. Arriesgar en vez de planear más. Que por una vez en mi vida elijo las mariposas en el estómago antes del enjambre en la vagina.
Por una vez elijo querer. A ti.
No quiero darte mi corazón, porque ni a mí me pertenece ya, pero me gustaría darte el resto de mi vida.
Me gustaría darte el resto de mis días, de mis besos, de mis alaridos y gemidos.
Me gustaría darte. Dártelo todo.


miércoles, 8 de julio de 2015

A veces no hay tiempo para decir adiós.

"No llores más". Te digo mientras el dolor de esos ojos más azules que el jodido océano me traspasan su dolor a mis ojos que son pura tierra. La magia de tus ojos ahoga mi escepticismo, enfrían mi calor.
Y me duelen tus lágrimas más que la sangre que brota de mi estómago.
Y sigues llorando sin consuelo, gritando con miedo y dolor.
Y te abrazo con el mismo cuidado que has tenido tú para confesarte, sin mirarte a los ojos porque, me duelen.
Y se juntan la sangres de nuestras heridas con tal armonía que no se pueden diferenciar, como si toda la vida hubieran estado juntas.
Y tus lágrimas me agotan, se me cansa el alma, que sólo desea dormir en este pequeño refugio tan cerca del cielo que hemos podido encontrar.
Y te escucho deseando poder hacerte callar, porque te quiero sí, y porque no puedo dejar de pensar en dormir. También.
Y aprieto tu cabeza contra mi pecho, para que oigas mi corazón latiendo sí, y porque así los decibelios de tus gritos y lágrimas disminuyen.
Y es que yo sigo sangrando, luchando entre la valentía, la cobardía y la temeridad. Entre la esperanza, el dolor y el cansancio. Entre seguir oyendo tus lágrimas sin poder hacer nada, llorar hasta quedarme dormida junto a ti o irme lejos hasta que dejes de llorar.
Y te quiero, claro, tus ojos azules como el mar por la noche me hacen querer bucear en ti toda la vida, tus lágrimas me escuecen en la piel tanto como en el corazón. Y tu dolor es mi dolor, igual que lo son tus monstruos y lo son tus ojos.
Pero no puedo más, lloras por la muerte, y la muerte es lo único que no podemos cambiar.
¡No vendrán a resucitarlos, no existe magia ni poder divino que levante a un muerto de la tierra!
Quiero gritarte, porque te quiero, pero estoy muy, muy cansada. Tan cansada como triste, tan derrotada como, que quiero llorar. 
Quiero llorar contigo hasta quedarme dormida. Pero llorar desconsoladamente por la muerte, es admitir que no podemos aceptar el ciclo de las cosas. Además siento que me vaciaré a la velocidad que baja una cascada.
Yo tampoco quiero aceptarlo, yo también lo recuerdo y me duele, pero pienso en el ahora, y creo que nosotros estamos peor. Nos queda mucho, mucho para sobrevivir, demasiado para llegar a vivir.
Te quiero sí, pero ojalá dejarás de llorar para poder llorar yo también.

lunes, 6 de julio de 2015

¿Por qué no soy capaz de quererlo a él, que lo quiero tanto?

Toco un soneto con la yema de mis dedos en tus lunares, cuidando de no pisar tu morena piel con estos.
Las sábanas me dan calor, y tu corazón parece una bola de fuego que pretende derretirme.
Las ventanas abiertas de par en par no me ayudan, el aire entra caliente, como enfurecido por vernos juntos de nuevo.
Miro al techo mientras duermes, y escucho tu respiración relajada, me gustaría poder saber con quién sueñas que sonríes tan feliz. Y deseo, con todas mis fuerzas que sea yo. Pero sé que no, ni yo te dedico mis mejores sonrisas ni tu me dedicas tus sueños felices. 
No sé que hago aquí, como acabo junto a ti una y tantas veces, como huyo de quienes podrían abrazarme mientras duermo, como destruyo todas aquellos intentos de relaciones reales, como evito esos besos sinceros y esos te quiero llenos de amor.
La cobardía llena mi mente y me resguardo de nuevo entre tus brazos, la ansiedad no me deja tranquila hasta que tú me dejas exhausta. Porque nunca nos podremos querer.
Huyo, siempre en los brazos del mismo desconocido que nunca voy a llegar a conocer, que jamás podré llegar a tener ni querer.
Y me pregunto ¿Por qué no soy capaz de quererlo a él, que lo quiero tanto?
Me enciendo cigarro tras cigarro para calmarme hasta que no aguanto más y te despierto, y cuando no puedo más me voy sin decirte adiós. Al contrario de como huyo de cada uno de ellos, porque, por suerte y desgracia los dos sabemos que volveré. 
Me visto sin vestirme y abro la puerta en silencio para que tu perro no ladre, mientras me prometo cada vez con menos esperanza y más ganas que no volveré.
Y no me envías un mensaje, no me preguntas nunca dónde he estado ni te importa cómo estoy, sólo esperas paciente, impasible, despreocupado de mí, a que vuelva a llamar a tu puerta sin más.
Y yo me pregunto, ¿Por qué contigo no, si es todo tan sencillo? ¿Por qué no nos podríamos enamorar sin más? ¿Por qué no soy capaz de enamorarme de aquellos que si me enamoran?
Y es entonces cuando vuelvo, ansiosa, voraz y asustada a tus brazos.
Tendré que conformarme con otro amor platónico 
                          como el de Luna.

viernes, 3 de julio de 2015

Despedida al jardín de mi almohada.

Cuando empecé sólo tenía un lago de lágrimas bajo mi almohada, un montón de esperanza en mis sueños y una impaciencia que no me dejaba ni liar un cigarro. 
Nació de las patas de mi cama un sauce llorón que fue haciéndose grande y fuerte que se alimentaba del lago de mi almohada. De mi sangre y dolor brotaron rosas en mis sábanas a las que yo dedicaba todo mi amor por cuidar y evitar sus espinas.
Tardé mucho, mucho tiempo en criar unas amapolas blancas y azules de mi felicidad que empezaron a rodear cada rosa y cada hoja de mi sauce llorón.

Me han arrancado las rojas rosas que tenía acariciando mis sueños y han dejado las espinas en mi cama para que nunca las olvide cuando intente volver a soñar. Para que las sábanas no pierdan su color rojo intenso, pero sea por mi sangre y no por mis rosas.
Se han cargado mi jardín, mi fuente de oxígeno. Sólo queda el humo blanco del tabaco y la acumulación de dióxido de carbono de mis pulmones.
Ya no quedan rosas rojas, ni amapolas, ni mi pequeño gran sauce llorón bajo la orilla de las que habían sido mis lágrimas.
Han acabado con el sudor de mi esfuerzo, con lo que aprendí a construir de mis demonios y arrepentimientos. ¡Han acabado con el resultado de mis pesadillas, mis luchas ganadas y perdidas!
He tenido que quitar cada espina de mi cama; Con las manos desnudas sufría el escozor y el dolor de cada una, y le he dedicado a cada una el mismo cariño que le dedicaba a sus pétalos. De mis dedos ha brotado sangre, bañando mi cama con el mismo dolor con el que habían nacido mis rosas rojas.
No ha nacido ni una, ni una sola rosa más.
Fue demasiada sangre la que invertí, demasiadas lágrimas, demasiada felicidad la que me costó aprender a criar las amapolas.
He tardado mucho desde entonces en llorar, y aunque amaba aquél sauce llorón no tengo ninguna intención de volver a plantar otro. A suplantar el que ya tenía. No quiero sustituirle, una pérdida no debe sustituirse, debe asumirse, debe aceptarse. Cada flor es insustituible, y merece ese condecoro, ese honor de, que nadie pueda olvidarla porque, nunca habrá otra igual, merece ese... Ese recuerdo inmortal, ese hueco en tu corazón que nadie más debe llenar.
Nacerán de mí otras rosas, nacerán de mi otras miles de amapolas, y tendré de nuevo un jardín bajo el lago de mi almohada. No volveré a cometer los errores que con ellas cometí, crecerán más amapolas que nunca, no olvidaré las espinas de las rosas, querré a mi sauce, aunque me cueste mil lágrimas cada vez que quiera crecer.
Aprendí con ellas y nunca tendré otras iguales.
Tendré otro jardín, quizás pueda plantar otras flores, otros árboles, quizás nazca algún día un girasol que me dé la luz para que lo guíe.
Quizás ya no vuelva a ser el mismo jardín con aquella belleza melancólica que aprendía a ser feliz.
Quizás sea mejor, y duela menos; Pues, aquellas rosas, aquel sauce llorica y aquellas amapolas me han enseñado la relatividad del dolor, la felicidad en el olvido, la esperanza en la pérdida. No es que me vayan a doler menos las espinas que vengan, es que mis dedos tienen callos ya en las yemas.
Acabasteis con mi jardín, pero, yo todavía sigo aquí.
Nacieron de lo más horrible de mi, y lo convirtieron en lo más hermoso.