Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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sábado, 20 de diciembre de 2014

Navidad sin reyes magos ni anuncios de playmobil.

Tintinea la navidad en los portales del pequeño pueblo en el que permanezco arropada, congelada y escondida.
Yo busco en mis cajones algún cigarro que me caliente las manos mientras el viento le pega una paliza a la ventana de la habitación.
Las calles son vestidas por luces rojas y doradas, que gritan mensajes de amor y paz que nadie llega a leer porque van con la cabeza resguardada por un paraguas que "Joder, puto paraguas de los chinos no se está quieto, se me va, ¡Se me va!". 
Fuera de aquí las personas van corriendo entre coches buscando los regalos más baratos que puedan encontrar, las mejores marcas sin arruinarse, el árbol de navidad más grande que les deje para turrones y cava, que es más barato para brindar.
Fuera de aquí obligan a las ciudades a cegarse por las luces de navidad, por los renos de papá Noel corriendo en la calle como perros normales disfrazados.
La gente enciende cigarros que no se terminan antes de subir al tren. Se pierden y desorientan los niños, ¿Por qué tanto jaleo si son los reyes los que traen los regalos para todos? Los que van creciendo lloran sin humedad porque ya saben que el único rey que hay en España ha jurado ya bandera. Y crecen de repente, sin ganas de que llegue la navidad porque cree que ya no existe magia. Que la magia solo eran los reyes y las luces de navidad.
Algunos lloran en estas fechas por todo lo que no han hecho, y van luchando a contrarreloj desarmando y armando todas las promesas que se hicieron la última nochevieja. Algunos lloran más alto creyendo que la navidad nunca volverá a tener sentido si ya no volverán a estar todos juntos.
Los hay que odian la navidad, todo el malgasto, todo el narcisismo, las mentiras, (los que creen que ya no existe la magia), que es el mercado y El Corte Inglés los que han creado la navidad, los que han convertido estas fiestas en dinero y dinero.
Los hay que aman la navidad, y van luchando porque sean para todos unas fiestas felices, para todos, unos dulces muy dulces, unos regalos muy dorados, un brindis eterno, una fiesta llena de villancicos.
Tintinea la navidad en los portales y el tío de la radio aprovecha para desearnos feliz navidad a todos los oyentes.
Tintinea la navidad muy lejos de casa y en todas partes.
Tintinea la navidad en tu casa creas en jesucristo, en dios o en la ciencia. 
Porque la navidad ya no es una celebración religiosa, una celebración consumista, ya no son los reyes ni papá Noel, ya no son las promesas rotas del año anterior ni las personas que faltan este año en la mesa. Ni las pelis tontas y ñoñas que más que  animarte, te deprimen.
Porque la navidad ahora es sólo un proceso, y pronto volverás a creer en esa magia, esa magia de volver a casa por navidad, esa magia de ver a los pequeños crecer, de ver sus ojos inundados de magia al mirar el cielo y la chimenea, de sonreír por la ilusión de que todo vaya a mejorar, y crearemos otra vez, como hicieron nuestros padres, nuestra propia navidad, llenando los huecos vacíos, contando historias viejas en las que los viejos somos nosotros.
Porque brindar con cava barato no importa, porque las luces pierden el sentido y los villancicos dejan de ser legibles, porque la navidad es la reunión, la navidad cobra un nuevo sentido, estar con quien quieres, deseando desde el fondo de la botella y de tu alma, que no en navidad, que siempre, siempre estén ahí y siempre, siempre sean felices.
La navidad tiene traducción, vacaciones dedicadas a los que más quiero.


martes, 9 de diciembre de 2014

Agita tus alas fuerte.

Tan fuerte y tan mortal.
Tan valiente y con miedos.
Tan amoral y con moral.
Escribo sobre la capa de hielo que hay sobre mi almohada, "Tú puedes".
Escribo sobre las nubes rojas que me azotan aquí arriba, "Sigue hasta la cima".
Respiro y duele, respiro y sangro.
Respiro y vivo.
Respiro y puedo, seguir hasta la cima, me escribo con la navaja en la muñeca "Work Hard". Y miro hacia la cima sin miedo a caerme. Sin miedo a tropezar y resbalarme, sin miedo a ser una mortal que tiene escrito un final.
Esta no será mi última cima, será la primera que me haga ver lo pequeña y grande que soy, cuando volamos, cuando crecemos, cuando nos sentimos fuertes y mortales.
No llores, las lágrimas aquí arriba escuecen como absenta en las heridas.
No lo pienses, no lo dudes. Una vez has llegado aquí bajar es el suicidio.
Y es que nada está perdido hasta la muerte. 
El último minuto de tu vida puede alargarse eternamente.
El último suspiro puede ser de felicidad.
No te rindas, no te hundas. 
Agarra ese bidedo, claro, claro que puedes, coge aire, y sube los pies. 
Todo es difícil, porque la vida es complicada, como una gincana, no, como una batalla campal sin armas, tampoco, como luchar a barlovento contra el viento, casi, como patinar sin ruedas, puede, como volar sin alas. Si, como volar sin alas.
Pero qué jodida felicidad, que jodida felicidad te llena el corazón, los pulmones y hasta el hígado, cuando no puedes más y puedes, cuando no aguantas más y aguantas, cuando no quieres y sigues, y lo consigues, y respiras, y estás vivo, vivo de verdad, sintiéndote mortal y fuerte, sintiéndote valiente y teniendo miedo.
Y puedes, y luchas.
Aprende a volar sin que nadie te enseñe, solo agita tus alas bien fuerte.
No hay nada perdido hasta que dejas de respirar, para siempre.
No dejes de luchar aunque no veas salida, no importa, no tienes que verla, ni sentirla, solo has de buscarla sin cesar.
Trabaja duro y la cima te lo recompensará.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Sangre en ebullición.

-No voy a dedicarte más tiempo que el que le pienso dedicar a este cigarro, tú dosis es mucho más mortal.
Estoy cansada de escuchar cómo te mientes, de cómo te crees esas historias mal construidas que intentas colarme como sino estuviera escuchándote de verdad, cómo si tuviera alguna especie de  defecto que me hace creer en gilipolleces contadas por gilipollas.
-Tienes suerte, me he equivocado al darle al botón de la máquina, este tabaco de pijos tiene menos alquitrán, tienes veinte segundos más.
-Te escucho.
Y asiento, y noto como mi sangre hierve como el café que hay puesto en el fuego desde hace media hora, mi sangre roja tiene menos cafeína pero más alcohol.
Abro la ventana, el frío de esta ciudad de viento me azota en la cara y me enfría las manos, pero no el coraje.
-¡Cállate! Entre tus gritos y excusas el ruido de café me está poniendo más negra que mis pulmones.
Aspiro el humo del cigarro mal prensado con tanto énfasis que casi me ahogo con mi propio oxígeno, ojalá fueras tú el que te ahogaras.
-¡No me toques!
-No te necesito, ¡No te necesito ¿vale?!
-Deja de mirarme con esa jodida cara de cachorro, deja de pedirme perdón como si lo sintieras, deja de hablarme como si me quisieras.
Necesito alcohol para no oír como te grito en la cabeza, y le echo un chorro de baileys al café ardiendo.
-¡Deja de mirarme así, joder!
-Como si te importara lo que estoy haciendo.
-No, no te creo, no ¡Claro que no porque es mentira!
-¡Mierda! ¿Ves lo que me has hecho hacer? ¡He tirado todo el maldito café!
Tiemblo, me está entrando mucho frío, pero no quiero cerrar la ventana. Quiero tirarme de ella, ¡Escapar por ella y no volver jamás!
-¿¡Qué!? No, no he bebido. No me busques la mirada, ¡Qué no me mires así joder!
-¿Y a ti que más te da cuántas horas llevo despierta o a base de qué lo he conseguido?
-Déjame. ¡Déjame, déjame, déjame en paz!
-¡Vete, lárgate!
-No voy a llorar. ¡No pienses que voy a llorar por ti!
-Tienes razón, me voy yo. 
-Si, si que lo has dicho, ¡Me voy! ¡Me voy ahora mismo de aquí!
-¡No, déjame joder!
-¡Qué me dejes!
-¿Ves? Ya lo has roto.
-¡No, no he sido yo!
-¡Vete a la mierda!
-Cojo mis cosas, no, de lo que me has dado no quiero nada, no, no quiero tu asqueroso dinero, ¡Déjame, si te sientes culpable ve a drogarte y que se te pase!
-Vete a la mierda.
-No, no necesito nada más, me quiero ir ya, esa mochila está bien. Me llevaré el whisky.
-No, es mío.
-¡Que no! ¡Qué es mío! ¡Pues te compras otra con tu puto dinero robado! ¡Que es mío te digo joder!
-A la mierda.



-Lo he roto porque me ha dado la puta gana, quita.
-Que te quites de en medio.
-¡QUÍTATE DE AHÍ ME CAGO EN LA PUTA!
-¡PUES TE QUITO YO!



-Deberías ir al médico. Se te puede infectar.
-Adiós.
-Que te jodan. Pero que te jodan para siempre.

martes, 2 de diciembre de 2014

Ni príncipes azules ni reyes de la oscuridad.

He marcado cada mes más distancia de tus pequeños ojos castaños pensando que así te sentiría más lejos y notaría menos tu ausencia y no, ahí estás grabado con una estaca en mi corazón.
¡Me cago en internet y en las buenas conexiones de wifi!
Ahí estás, cantándole canciones al aire, canciones que hace años me solías cantar a mí, y como duele, que tengas esa voz tan bonita y ya no use sus cuerdas vocales por mí, que no me dediques esas letras, que ya nada volverá a pasar.
Siempre pensé que conocería a otro, y los conocí, y no eres el más listo ni el más guapo, puede que ni siquiera hayas sido el que más me ha querido, es más, estoy segura de eso. Y en cambio, aquí estoy, años y años después, acordándome de ti, del día en que te conocí y pensé "Eso nunca".
No recuerdo el día en que supe que mi corazón empezaba a palpitar con vida propia por un nombre propio, y lo negaba y lo negaba "Yo no me enamoro joder, no soy de esas". 
No recuerdo el momento exacto en el que me dí cuenta pero sí recuerdo las palabras de una amiga mía "Puede que la rubia sea yo pero aquí la tonta eres tú". 
En el momento me dio más por reírme que por pensar, pero ahora me da más por pensarlo que por reírme.
La tonta era yo, y ya nunca más he vuelto a serlo, nunca más he vuelto a desear simplemente mirar unos ojos durante largos minutos, acariciar una piel sólo por acariciarla. No he vuelto a casi querer a nadie, casi, porque me niego a creer que eso fuera amor.
Puedo ser mala con otros hombres, no decirles ni mi verdadero nombre, irme de puntillas cerrando la puerta con cuidado, puedo dejarles con un "Lo siento, pero no". 
Pero contigo no puedo, no puedo ni recordarte con rencor.
Mi rencor por ti está caramelizado, horneado y envuelto en dulces.
No quiero ser esa chica, y no lo soy si tú no estás.
Y no quiero dedicarte una letra más de mi vida, pero qué le voy a hacer si los príncipes azules no me gustan y los reyes de la oscuridad me asustan y tú estabas en medio, sigues ahí.
Fue tan bonito, tan intenso, tan cursi y repulsivo.
Y ya ni te casi quiero, pero me jode en el alma no poder casi querer a nadie, no porque me destrozarás, no porque no me enseñarás, solamente porque, por alguna razón no he vuelto a mirar con los ojos con los que te miraba a ti, a nadie.
No puedo, no me sale, los miro, más grandes, más verdes, más azules, más oscuros, más tiernos, más blandos, más fuertes y solo veo su color, pero nada que haga palpitar a mi corazón. ¡Te juro que lo intento!
Y es que es verdad, yo no me enamoro joder, no soy de esas.
Pero cuando pruebas la dulce agonía de volverte un idiota casi enamorado, mierda, es peor que la coca, porque ninguna cama caliente podrá dejarte igual de satisfecho.
Qué tendrás que por muchos meses que pase sin recordarte vuelves a mí sin más y no puedo dejar de pensar en porqué tuve que hacerlo, y sobre todo en porqué mierda no he podido volver a hacerlo nunca así.
Tan cursi y repulsivo que me hacía llorar purpurina.
Un cigarrito por nuestro asqueroso cariño y
nuestro rencor caramelizado.
Ay, niño, si por lo menos tu estuvieras enamorado de otra, sería todo más fácil, pero me consta que no, que nunca pudiste casi querer a nadie más. 
Y mira que lo intestaste, compulsivamente y con todo lo que me rodeaba, pero no, no te guardo rencor, yo también te busqué en otros ojos, qué estúpido creer que hay dos personas iguales. ¿No te parece?


Bailar baladas con la soledad.

Puedo impedir que los demás vean mi sufrimiento.
Puedo fingir que sonrío todo el tiempo.
Todos tenemos problemas, me digo, y a la vez me grito "no llores". Dijimos que no lloraríamos nunca más.
Las lágrimas se me secan en las retinas antes de salir, y no lloro, aunque dentro de mí siento la misma sensación que si estuviera vaciándome en lágrimas de formol.
Y bebo unas gotitas de bienestar, un chorro de felicidad, un trago largo de tranquilidad, me relaja hasta los músculos, me hace sonreír sin fingir.
Aunque me sigue doliendo dentro de mí, la soledad.
Ese mal que me atenaza, que se ríe de mí porque sabe que siempre tendré que tratarlo y todavía no, todavía no he sido capaz de acabar con él, no he sido capaz de abrazarlo y encajarlo en un puzzle en nuestra cama.
Se me hace grande la almohada.
Se me hacen largas las sábanas.
Se me hace la vida pesada.
No me acostumbro a ella.
Y por mucho que la trate, por mucho que baile con ella, nos pisamos los pies en cada tres por dos.
He estado mintiéndole, diciendo que sé estar junto a ella, pero no es verdad, no sé. Creí que había aprendido, pero cuando me alejo de ella unos segundos, y volvemos como si nada hubiera pasado, un agujero de su tamaño se me hace en los pulmones.
Puedo fingir de dentro a fuera, pero no de fuera a dentro.
De dentro a fuera sale el humo blanco.
De fuera a dentro se pega el negro a mis pulmones.