Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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martes, 2 de diciembre de 2014

Bailar baladas con la soledad.

Puedo impedir que los demás vean mi sufrimiento.
Puedo fingir que sonrío todo el tiempo.
Todos tenemos problemas, me digo, y a la vez me grito "no llores". Dijimos que no lloraríamos nunca más.
Las lágrimas se me secan en las retinas antes de salir, y no lloro, aunque dentro de mí siento la misma sensación que si estuviera vaciándome en lágrimas de formol.
Y bebo unas gotitas de bienestar, un chorro de felicidad, un trago largo de tranquilidad, me relaja hasta los músculos, me hace sonreír sin fingir.
Aunque me sigue doliendo dentro de mí, la soledad.
Ese mal que me atenaza, que se ríe de mí porque sabe que siempre tendré que tratarlo y todavía no, todavía no he sido capaz de acabar con él, no he sido capaz de abrazarlo y encajarlo en un puzzle en nuestra cama.
Se me hace grande la almohada.
Se me hacen largas las sábanas.
Se me hace la vida pesada.
No me acostumbro a ella.
Y por mucho que la trate, por mucho que baile con ella, nos pisamos los pies en cada tres por dos.
He estado mintiéndole, diciendo que sé estar junto a ella, pero no es verdad, no sé. Creí que había aprendido, pero cuando me alejo de ella unos segundos, y volvemos como si nada hubiera pasado, un agujero de su tamaño se me hace en los pulmones.
Puedo fingir de dentro a fuera, pero no de fuera a dentro.
De dentro a fuera sale el humo blanco.
De fuera a dentro se pega el negro a mis pulmones.

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