Cuando todavía no sabía ni con qué mezclar el whisky ni qué era mejor para desayunar con el vodka.
Cuando era algo más baja, algo más rubia y algo más tonta, me hice una promesa.
No volver a llorar nunca más por él. Por ese él, que cambiaría de forma y persona pero no de determinante. Siempre él.
Y yo me hice la promesa de no volver a llorar nunca más por ningún otro él, por ningún otro.
Sería esta la primera promesa que me haría sólo a mí y no le contaría nunca nadie hasta ahora.
Pensé que sería mucho más difícil, porque la coraza de mi corazón ya había sido desvalijada, pero mi corazón había quedado tan sumamente empequeñecido, encendido y escondido que nadie ha sabido volver a encontrarlo sin quemarse. Puede que no sea de hierro, y es que a veces nos creemos más fuertes de lo que somos, y otras veces sólo nos creemos más.
No, mi corazón no es de hierro, no, no pude crear una coraza de acero, simplemente lo escondí y lo mantuve incandescente, sin curarle ni una sola célula, sin pegarle ni una sola capa más de tejido. En carne viva.
Y ahí permanece, solo, escondido y alumbrándose así mismo con su propio fuego y calor. Solo, caliente y escondido pero entero, solo, caliente y escondido entre tanta oscuridad pero sin más roces ni heridas.
Quiero dedicarle estas palabras a esa yo que era unos centímetros más baja, un par de tonos más rubia, algo más tonta y que sólo bebía cerveza y vodka.
Enhorabuena, tu corazón está entero, tus lagrimales intactos. No has vuelto a llorar por dolores de corazón. No has vuelto a sufrir ni una sola vez por amor. Has seguido hacia arriba, más rápido que los que enamorados, has vivido la vida plena y con una constante felicidad, has sido más fuerte, has sido más lista y más cruel.
Enhorabuena, porque te prometiste no volver a enamorarte, y a pesar de todo, no fue tan difícil, dicen que no se elige, pero enséñales tú como se hace para huir del amor.
A veces, casi, casi, pero no, el corazón se prendió cual llama incandescente y le quemó. Después aprovechando el despiste huyó y volvió a esconderse en otro rincón oscuro y frío.
A veces, casi, casi, pero no, tu corazón vio que venía el golpe y se apagó, para que permaneciese frío, impasible, sin pasión ni dolor.
A veces, casi, casi, pero no, se fueron antes de seguir esforzándose buscando, no a todos les gusta el escondite.
A veces, casi, casi, pero no, se fue corriendo asustado hasta la punta del dedo meñique de tu mano izquierda.
Así que enhorabuena, bebedora aprendiz, futura alcohólica, futura ex-alcohólica, nunca más volverás a llorar por amor. Por él, por ningún otro. Nunca volverás a querer ni dejar de querer, nunca más volverás a sufrir tanto, ni dejar de sufrir tampoco.
![]() |
Aprendimos a aullarle a la Luna, porque es a la única que supimos y pudimos amar. |