Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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martes, 13 de enero de 2015

Manos frías, alma helada.

Me duele de los dedos de las manos hasta las uñas de los pies, pasando  por toda la columna vertebral de arriba a abajo como si fuera una cascada que baja desde las raíces de mi pelo rubio encenizado. Me duele el frío.
Me meto en la ducha caliente y me arden de frío mis pequeños pies blancos y rosados, cuando el agua recorre cada una de mis decenas de heridas intento subconscientemente apartarme del grifo, dándome en cada movimiento con el agua caliente de lleno en otra herida sin curar y hasta ahora, sin lavar.
A pelo, cae el agua lo más floja que consigo que funcione, y le bajo la temperatura hasta que casi, casi, vuelvo a la que parece ser mi temperatura normal ahora.
La de las manos y pies fríos con escalofríos por toda mi columna vertebral.
Ducharse no es tan fácil cuando tienes que elegir los sitios en los que puedes echarte jabón, cuando el agua caliente se acaba pronto y cuando al salir de la ducha te duelen los pulmones de respirar tabaco y humedad.
A porciones iguales superiores a las del oxígeno.
Me seco intentando no restregar la toalla blanca y roja sobre mi piel, bueno, mis heridas, aunque hayan casi formado una unificación.
La boca me sabe a sangre y no quiero enjuagarme otra vez, estoy tiritando y sólo quiero vestirme rápido.
No sabía que el frío podía doler tanto.
Y me resguardo en mi cama con mil mantas, sábanas, colchas, edredones y la mantita pequeña naranja del sofá. Que antes era para la gata y ahora está ahí, como si esta fuera a volver. Huele a ella. Aunque no de forma desagradable. De las mejores de las formas.
Hay noches que me pongo todas mis chaquetas y abro el saco de dormir dentro de mi cama. Si tuviera la piel de un búfalo o un rinoceronte también me la echaba encima.
Entonces ocupo todo tu lado izquierdo de la cama con cojines y almohadas.
Y me cuesta no ahogarme en ellas cuando durmiendo intento buscarte entre ellas y no estás.
Todo este frío no era frío contigo.
Las heridas me dolían menos.
Tú me dabas el calor que mi cuerpo pierde cada minuto. Tú me dabas la fuerza para curar estas heridas sin llorar, porque todo este frío es tu ausencia.
Todo este dolor es tu pérdida.
Me duele hasta ducharme, dormir, cenar, me duele respirar. Me duele todo sin ti.
Todo esto es demasiado difícil para hacerlo sin ti.
¿Quién tiene cuidado de tapar mis heridas bien, quién me calentará mi lado de la cama mientras no estoy, quién pensará en mí mientras me voy?
Puedo alzar el vuelo todo lo que necesites. Puedo volar y volar contigo, y no me da miedo caer de ninguna parte si es contigo, pero sin ti Dios me salve de caerme de la cama.
Hace frío, los dedos se me duermen, están soñando con los tuyos, lo sé, y me cuesta escribir cada letra, coger cada gasa, la saliva apenas me llega para tragarla.
No tengo miedo de no poder, y podré y podré, y volaré sin ti, pero tendré miedo a caer, a caer para siempre sin ti.

Y es que ya sabes lo que dicen manos frías, corazón caliente.
Y a mis manos les empieza a salir una fina capa de hielo.
Y mi corazón sigue ardiendo por ti.

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