No me arrepiento de haberte dado mi corazón enquistado,
puede que ya no sienta demasiado, pero así tus desaires apenas me rozan las
heridas.
Ya nunca me acuerdo de los te quiero que no me diste, de
los que me calle por no atormentarte, de tus otros besos que me quemaban en las
retinas, de los gritos en las otras camas que solté mientras tu nombre
amenazaba en mi garganta. Y es que, el día que por no tener corazón quiera
dejar de sonreír, será mejor que me tiré a tu cuello. A vivir a tu lado, a
arrancarte los te quiero del estómago. A matarte si hiciera falta.
Pero si me dijeras vuelve para quedarte, ay, si dijeras
lo que sólo yo quiero que me digas, yo, ahora, que pienso sin corazón y con el
frío en la sangre. Que necesito calentarme, que sin ti o contigo yo sigo
viviendo, ahora que sólo me palpita la Luna por las noches, ahora, que sé que puedo
vivir sin corazón, que me creo inmortal aún siendo débil.
Lejana y brillante como las estrellas que han muerto y
dejan su estela hasta nosotros dos, que lucharon tanto para alumbrarnos mientras nos hacíamos y deshacíamos en la cama, hasta después de haber
abandonado este universo, tan infinito como mis ganas de odiarte. De no quererte nunca más.
Como mis ganas de atreverme a pedírtelo de vuelta, como
mis ganas de ponerme una capa e irme hacía allí arriba a buscarte. A perderme y
no tener que buscarte. Como mis ganas de tener esos ojos en el fondo de la
pantalla de mi vida.
Pero no me arrepiento, porque a pesar de todo cada
mañana, después de morir durante unas horas, después de vomitar mis miedos en
forma de whisky y bilis, sólo quiero vivir, con las mismas ganas que tenía antes
de conocerte. Quizás más.
Sigo soñando con los cantos de sirenas, con los besos a
la Luna, con las noches en vela encontrando otros sabores, lejos del tuyo.
El
mundo nació mucho antes de conocer tus ojos, el mundo sólo se paró en tu
sonrisa un segundo, pero no, no terminó ahí.
Siguió con tus caricias, tus gritos, tus gemidos y tus
golpes. Y ahora sigue después de ti, puede que duermas con mi corazón
manchándote de sangre en el pecho, pero puedes quedártelo. Resulta que no me
hace falta para vivir, resulta que sin tus besos también tengo aire para respirar,
resulta que sin tus ojos también llego a ver las estrellas, sin tus te quiero
también puedo escuchar el amor, como un eco en el interior de mis costillas.
Mi corazón sigue siendo mío aunque lo tengas agarrado
entre tus zarpas.
Ya tus ojos no tienen color exacto en mi memoria, tus besos
ya no tienen sabores, tu voz ya no destaca en los siete mares, tu presencia no me
desorienta ni tu ausencia me revienta.
Hasta luego, puedes irte lejos, puedes quedarte de hecho,
aquí al lado, cerca de mi corazón, con tus ojos sin color y besándome sin
aderezos. Ya no importa mucho, entre mis costillas ya sólo queda espacio para
mis armas y mis vendas.
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