Todos tenemos algún secreto, hay muchos tipo de secretos...

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lunes, 30 de junio de 2014

No existe oscuridad suficiente para vencer un corazón.

Hubo un día en el que decidí dejar de llorar para siempre. 
Ahora, no recuerdo aquél día, ni siquiera recuerdo el porqué aunque sí recuerdo el oscuro y húmedo rincón de mi habitación en el que me escondía de mi sombra y lloraba.
Convertida en una combatiente herida de mi propia sangre infectada por mis lágrimas.
Pero un rayo de luz alumbró un día la losa de mi habitación que estaba a un par de centímetros de mi cara y yo vi la luz, y sentí miedo por su claridad. 
Pero conseguí salir del montón de capas que me cubrían para llegar hasta ella y cuando me pose sobre el rayo de luz me di cuenta de que no era suficiente, de que tenía que buscar el Sol.
No recuerdo el día que fue cuando decidí levantarme en busca de sus rayos anaranjados, de sus cielos sin nubes, pero sí recuerdo las pesadillas que me carcomieron durante las lunas y lunas que estuve escondida del Sol. 
Y cada vez que veo desvanecerse en la penumbra los rayos pienso que voy a volver a caer, que voy a volver a sentir la oscuridad atravesándome el pecho, que voy a escuchar el silencio hasta que me deje sin voz.
Y me obligo a buscar la luz, de la Luna, del Sol, de una gran lámpara de techo o del mechero del todo a cien.
Porque por mucha que sea la oscuridad que me aceche yo siempre tendré un trocito de luz para ella, y dejo mi ventana abierta para ver a la Luna cada noche y que mis ojos sean los suyos, que no, no quiero volver a llorar.
No volveré a jugar cerca de un pozo, a apagar todas las luces de mi vida, a tragarme un suspiro.
Cueste lo que cueste un día decidí que dejaría de llorar, no sé ni cuándo ni porqué, pero jamás volverá a caer
una lágrima sobre mi piel tenga que hacer lo que tenga que hacer.

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